Capitulo XIII: «Gracias por todo, Santos de Bronce»

Han pasado ya doce horas desde que el reloj del santuario fue encendido porAriadna y durante el transcurso de ese tiempo, bastantes cosas interesantes han sucedido alrededor de la diosa Athena y el dios Ares.
El reloj marca las 3:45 en el santuario, todos aquellos caballeros que en el se encontraban miraban con nerviosismo la ultima llama azul irse apagando poco a poco en el signo de Piscis, sin embargo al dar las 4 de la madrugada, la ultima llama se apaga.

El santuario esta enmudecido bajo la estrellada noche, todos observan a sus alrededores viendo a sus compañeros caballeros que se enuentran cerca y quienes se encontrraban solos unicamente podian deleitar la increible calma y silencio que cubria por completo los cimientos de aquel Santuario.
No pasa nada tras la extincion de la ultima flama, la espectativa crece aun mas, el nervio y temor invade a la mayoria de los caballeros de bajo rango, acaso las doce flamas habran sido una ilusion que solo logro hacerle ganar tiempo a Ares? o son el presagio de que algo esta por pasar?; esas
son las preguntas que todo mundo se hacia a si mismo desde el lugar en que se encontrara en el santuario de Athena.

A lo lejos de la entrada a la camara del patriarca, Shaina y Marina corrian velozmente como si algo terrible hubiese sucedido, curiosamente parecian trabajar ambas en equipo, pues resultaba raro que con tanta rivalidad entre ambas alguna vez pudieran trabajar por un bien comun.
Ambas subian agitadas las escaleras hasta que llegan al salon del fallecido Shion.

-Shaina, Athena y Seiya se encuentran al fondo de la camara del patriarca- Marin corria junto con la peliverde hacia la entrada del templo del gran maestro

-Asi es, debemos llegar con ellos para contarles lo que a sucedido- la peliroja avanza junto a su compañera por la alfombra roja de aquel templo

-Demonos prisa, ya casi llegamos- Shaina rebazaba la silla donde por muchos años Shion veló por el santuario

-Ahi esta Athena y Seiya, logro verlos- Marin y Shaina llegaban hacia donde se encontraba la diosa y seiya, quienes tambien estaban acompañados por Shun, Ikki y Mascara de Muerte

-Athena!- Shaina se detenia reverenciando a la diosa

-Seiya, Shun!- Marin saludaba agitada tras el veloz recorrido que habia hecho junto a la otra amazona a travez de las doce casas

-MARIN, SHAINA!- Seiya gritaba emocionado al ver a su maestra y Shaina

-Pero que?…- Shaina observaba incredula a Ikki y Mascara de Muerte durmiendo con muchos vendajes cada uno en una cama individual

-Athena que les a sucedido a Ikki y Death Mask?- Marin preguntaba a la diosa

-Ellos han sido heridos gravemente tras una intensa batalla que libraron hace algunas horas- Athena respondia mientras colocaba un pedazo de tela humeda sobre la frente de Mascara de Muerte

-Asi es, y debido a las graves heridas que DM sufrio fue traido hasta aca por Aioria, pero mi hermano…

-Ikki se ve muy mal herido, incluso mas que DM- Marin ayudaba a Shun a ponerle una franela humeda en la frente a Ikki

-Ikki esta muy gravemente herido porque aun despues de su batalla, el tuvo que subir mal herido muchas escaleras desde la casa de Geminis hasta la casa de Sagitario donde fue encontrado por Aioros- Seiya explicaba a ambas la razon de las heridas de Ikki

-Ya veo, pero porque no fue ayudado por algun otro caballero dorado de alguna casa mas cercana?- Shaina preguntaba molesta

-Como veras… Mascara de Muerte esta aqui herido y este fue ayudado por Aioria, Ikki salio de la casa de Geminis y por obvias razones no encontro a nadie en Cancer y Leo, en Virgo no se encontraba Shaka porque el estaba con nosotros en ese preciso momento- Seiya explicaba graciosamente como de costumbre

-Y despues de Virgo, mi hermano llego a Libra donde tampoco habia nadie ya que el viejo maestro aun no llega al santuario, en Escorpion… no sabemos que pasa, al parecer Milo no se encuentra en el santuario, asi Ikki siguio subiendo con sus heridas hasta que por fortuna pudo llegar a Sagitario donde fue encontrado por Aioros y este lo trajo hasta aca- Shun terminaba la explicacion que Seiya habia comenzado

-Ahora entiendo- Pensativa respondia Marin mientras observaba a Shaina

-Ahora diganme muchachas, que las a hecho subir hasta este lugar?- Athena preguntaba mientras les ofrecia un vaso de agua a las ya calmadas amazonas

-Es cierto, Marin explicale tu- Shaina bebia el vaso de agua

-Resulta que ambas estuvimos hace poco en Inglaterra y nos encontramos una ciudad debastada totalmente, pero eso no es lo que nos sorprendio, lo que nos sorprendio fue que en el momento que abandonamos la ciudad logramos sentir una presencia seguirnos… como si fuera una sombra, ante eso no tomamos mucha importancia, solo estuvimos cautelosas todo el tiempo, pero al final cuando dejamos la ciudad escuchamos el grito de una mujer y ella dijo algunas palabras…-Marin explicaba a Athena lo ocurrido en Inglaterra con Shaina

-Unas palabras, que palabras escucharon?- Athena se sentaba en la orilla de la cama de Ikki cuidando de no lastimarlo mientras escuchaba a Marin

-«Yo Enio sere quien apague el sol de la tierra», esas fueron las palabras de esa mujer- Marin repetia tal y como habian escuchado aquellas palabras

-Enio?- Shun preguntaba

-Eso fue lo que escuchamos, y estamos seguras de haber escuchado bien- Shaina terminaba de beber su vaso de agua con mucha rapidez

-Enio es la diosa de la Violencia y las Batallas, desde tiempos mitologicos ella acompaña a Ares en sus guerras, era de esperarse que ella estuviera aliada a Ares en esta guerra- Athena se levantaba caminando lentamente hacia afuera del templo a contemplar las estrellas

-Athena, eso quiere decir que…- Seiya y las amazonas la seguian dejando a Shun a cargo de Ikki y Mascara de Muerte

-Asi es, no solo Ares, Phobos y Deimos estan aqui… tambien Enio, creo que esta los dioses se han unido en nuestra contra- Athena observaba con lagrimas en los ojos y con resignacion el tener de enemigos a mas de tres dioses, mas aun no sabia que tambien se encontraban Afrodita, Eros y Anteros

-Athena, recuerda que ante todo aqui seguiremos tus caballeros para protegerte en todo momento, asi sean todos los dioses, juro que jamas me rendire ante ellos- Seiya intentaba reconfortar a la diosa

Sin embargo, despues de las palabras de Seiya, en el santuario todo seguia normal tras la extincion de las doce llamas del reloj y asi todo mundo parecia empezar a dejar de preocuparse por esa situacion de espectativa.

-Esmeralda…- Ikki mencionaba el nombre de aquella a quien alguna vez amo con tanto fervor

-Ikki, hermano siento el terrible dolor que debes sentir por saber que Esmeralda te a traicionado- Shun tomaba la mano derecha de su hermano mientras lo observaba dormir

-Athena, sin embargo hay algo mas que aun no te hemos dicho- Marin observaba a Shaina mientras Athena y Seiya seguian contemplando el despejado y estrellado cielo de Grecia

-Hay algo mas?- Athena volteaba hacia ambas junto a Seiya

-Esta noticia es aun mas dura que la anterior, Athena te pido que lo tomes con calma- Marin seguia observando a Shaina moviento la cabeza de arriba hacia abajo en señal de acreditacion

-Athena… los santos de bronce, Jabu, Ichi, Nachi, Ban y Geki han muerto- Shaina observaba directamente a los ojos a la diosa tras la mascara que siempre a cubierto su rostro

-Que has dicho Shaina?- Seiya exclama fuertemente ante la noticia

-No puede ser- Athena suspira con un gran llanto, doblandosele las rodillas y cayendo desconsolada al piso

-Hemos encontrado sus cuerpos juntos a sus armaduras guardadas en sus boxes, al parecer libraron una dura batalla en la que despues de morir, sus armaduras retornaron a sus boxes quedandose a lado de cada uno de ellos, como si intentaran protegerlos aun despues de muertos, Al verlos ahi, decidimos enterrarlos Marin y Yo, las armaduras las trajimos hasta el santuario y las dejamos en la casa de Aries a Mu para que las reparara, pues estaban bastante dañadas- Shaina terminaba de dar la explicacion sobre la muerte de aquellos cinco caballeros de bronce

-Jabu, Ichi, Ban, Geki y Nachi… ahora deben estar en un mejor lugar- Athena miraba al cielo como si intentara encontrar respuestas en las estrellas

-No puede ser ese maldito de Ares ya me canzo, juro que vengare la muerte de cada uno de ellos y acabare con Ares- Seiya se ponia furioso golpeando uno de los pilares de la parte trasera del templo del patriarca

-Seiya…- Marin suspiraba

En Inglaterra…

-Señorita Enio, ya e dado aviso a las Berserker Rubi, ellas llegaran en cinco dias hasta aqui- Alala entraba a una habitacion totalmente destruida por Enio

Cinco dias? crei que te habia dicho «lo mas antes posible«- Enio observaba sentada desde un sillon desgarrado a Alala son hacer un solo gesto

-Lo se señorita, pero usted sabe que ellas son muy poderosas y aun no les dije que usted esta detras de todo esto, ya sabe… fue una orden suya no dar a conocer su llegada- Alala se ponia de pie lentamente mientras observaba los vidrios rotos de aquella construccion en donde apenas lograban entrar los rayos del sol

Ya veo, muy bien muy bien, creo que Athena tendra cinco dias de paz por el momento jajajaja– Enio reia aplaudiendo sarcasticamente

-Si me permite, me retiro- Alala se daba media vuelta abandonando la construccion donde la diosa se encontraba

Al salir de donde Enio se encontraba, Alala subia a lo alto de un grande edificio y bajo la poca luz de la luna observaba la ciudad totalmente destruida por la guerra que habia pasado por ahi

-Esto es lo que le espera al santuario y no solo al santuario… a Athena, sus caballeros y todos los humanos jajajaja- La peliroja contemplaba desde las alturas el escenario de una guerra devastadora y cruel entre humanos.

Grecia…

-Y ahora me diras a donde nos a enviado a Athena?- Aldebaran se encontraba bastante aburrido mientras abordaba un avion hacia Londres junto a Afrodita de Piscis

-Aldebaran, tu siempre tan impaciente, pero en fin, creo que no podre quitarte de encima si no te lo digo verdad?- Sonriente y muy divertido bromeaba a su amigo taurino

-Baa! ya no juegues conmigo guapito y dime ya que si no perdere la paciencia- Aldebaran fruncia el ceño a Afrodita muy despectivamente

-Hay esta bien, bueno mira esto que traigo- Afrofita le mostraba la gargantilla dorada que Athena le habia encomendado entregar a Ares

-Woo y eso de donde lo sacaste?- Bueno, Athena me dio la mision de entregar esto a Ares en son de paz jeje, aunque dudo que seamos bien recibidos- Afrodita se
acomodaba cuidadosamente su cabello cuidando de que no saliera algun pelito mal acomodado

-Bueno, no es que tenga miedo ni nada por el estilo pero… y yo que hago aqui? contigo- Aldebaran reia y sudaba graciosamente mientras se rascaba la cabeza

-Jajaja bueno esque lo que no te e dicho es que Athena mi dijo que podria llevar a un caballero dorado conmigo para que me acompañe en esta mision en caso de que las cosas se pongan feas con Ares y como veras te escogi a ti- Con unos ojos de inocencia y delicadeza observaba al caballero de Tauro

-De entre 11 caballeros dorados tenias que escogerme a mi? te repito no es que tenga miedo… pero porque a mi?- Aldebaran observaba decepcionado al caballero de cabello celeste

-Bueno, pense que seria interesante llevar de compañero a un tipo rudo y bastante corpulento como tu jijij- El pisciano reia chuzcamente ante la mirada matadora del taurino que no lo calentaba ni el sol (pese a que eran las 4:30 de la mañana)

-Hum… bueno ni hablar, ya estamos aqui, pero a la otra me diras lo que planeas antes de que me vuelvas a sacar del santuario de la manera que lo hiciste- Aldebaran advertia al caballero de Piscis

-Tranquilo, que genio!- Afrodita volteaba su cabeza rapidamente dandole la espalda a Aldebaran mientras abordaban el avion que los llevaria hasta Londres.

Londres…

Alexander paseaba tranquilamente por la madrugada contemplando la Abadia de West Minster en la que se habia alojado junto a los demas dioses y sus subditas, ahi el joven recorria todos y cada uno de los largos y obscuros corredores observando los ventanales que tenian antiguedades de mas de 500 años, asi mismo contemplaba la belleza de todos y cada uno de los cuadros y lienzos trazados que adornaban la tan bella construccion Inglesa.
Alexander parecia aquel joven amable y de familia bien acomodada, sus ojos eran dulces y llenos de amabilidad, sin embargo el no sabia porque se encontraba en ese lugar de la noche a la mañana, preguntaba en su mente donde estaban sus padres, su mejor amigo, pero sin encontrar respuesta alguna seguia caminando deteniendose en cada lienzo al que llegaba.

-Alexander buscas compañia?- Una hermosa joven de cabellos rubios y hermosos ojos verdes cubierta de tan solo una delgada manta de tela blanca que muy pegada a su cuerpo dejaba ver la silueta figura de una dulce joven se acercaba hacia el joven

-Afrodita? pero que haces despierta a estas horas de la noche?- Alexander preguntaba algo interesado ante la compañia de la hermosa joven

-No tenia sueño- La rubia miraba en circulos intentando no ver a Alexander a los ojos

-Ya veo… quieres dar un paseo?- Temeroso invitaba a la muchacha a seguir caminando por los largos e interminables pasillos de West Minster

-Cla… Claro- Un tanto timida aceptaba la invitacion comenzando a caminar a un lado de el

-Afrodita, de donde vienes?- Alexander preguntaba buscando alguna forma de hacer conversacion con la timida joven

-Bueno yo… vengo de Grecia jeje y tu?- Mirando hacia los cuadros de la pared preguntaba

-Yo naci aqui en Inglaterra, aunque ultimamente e sentido que no pertenezco a este lugar- Mirando hacia el piso cabizbajo respondia

-Ah, yo aveces siento lo mismo, pero quizas sean cosas normales entre los dioses- Jugando con sus dedos respondia nerviosa

-Dijiste Dioses?- Alexander preguntaba instantaneamente tras escuchar aquella palabra

-Eh? no, no, quise decir entre personas- Reia nerviosa

-Mira este cuadro, es muy bello- Rapidamente la joven cortaba el tema invitando a Alexander a deleitar un cuadro mas

-Si… es bello- Pensativo y serio respondia mientras miraba el cuadro igual que su joven acompañante

-Quien sera esa hermosa mujer?- Preguntaba asombrada a Alexander mientras observaba el cuadro

-La conocen como «La Gioconda» o la «Monalisa» es un lienzo trazado por Leonardo DaVinci hace ya varios siglos, claro que esta no es la pintura orginal, la autentica se encuentra en el museo de Louvre en Francia- Muy emocionado explicaba a Afrodita la historia de aquella pintura

-La Monalisa, que interesante, es una pintura hermosa- Afrodita pasaba sus dedos sobre el cristal de la pintura dibujando la silueta de la Gioconda

-Leonardo DaVinci fue el creador de grandes pinturas en su tiempo y hoy en la actualidad se le sigue reconociendo su talento, me atreveria a decir que jamas existira alguna otra persona capaz de igualar su talento- Alexander tomaba elhombro de Afrodita mientras ambos seguian observando aquel cuadro

-Alexander tenemos muchas cosas en comun no crees?- Afrodita se volteaba lentamente hacia Alexander dandole la espalda a la pintura

-Creo que si jeje- Reia nervioso mirando los ojos de la Monalisa y de Afrodita alternadamente

-Sabes, jamas habia conocido alguien que supiera tanto de arte com tu- Afrodita acariciaba los pomulos de Alexander mientras se acercaba muy lentamente hacia el

-A… Asi es, un arqueologo por lo regular tiene muchos conocimientos de arte para asi saber la historia y origen de las cosas que se encuentra de cualquier civilizacion- Sonrojado y un tanto nervioso explicaba a la joven

-Alexander, me empiezo a enamorar de ti- Afrodita acerca lentamente sus labios hacia los de Alexander mientras esta cerraba sus ojos

-A…frodita- Muy nervioso Alexander cierra sus ojos de igual forma comenzando a besar apacionadamente a la joven quien tambien lo besaba sin despegarse de el en ningun momento

Asi transcurrieron varios minutos de amor y caricias entre ambos jovenes

-Te amo Alexander, por fin e encontrado al amor de mi vida- Afrodita abrazaba fuertemente al joven

-Afrodita… yo no se si pueda amarte- Alexander abrazaba de igual forma a la joven, pero algo parecia aquejarlo desde el fondo de su corazon

-Alexander, no hables mas, solo quiero que este abrazo dure mucho tiempo- Afrodita observaba el pasillo obscuro a espaldas de Alexander con una sonrisa llena de confianza

A lo lejos en la obscuridad del pasillo se lograba ver la silueta de una persona que se comenzaba a elevar como si estuviera volando, asi la joven que abrazaba a Alexander guiña el ojo como si estuviera dando alguna señal.
Desde las sombras a espaldas de Alexander, aquella silueta comienza a volar en zig zag hasta que de un silencioso chazquido aparece un arco en sus manos con una flecha, este pone la flecha en su arco lanzandola hacia Alexander y Afrodita quienes aun se encontraban abrazados.

La flecha avanza a toda velocidad hasta que se clava en la espalda de Alexander atravezandolo totalmente llegando atravezar tambien el cuerpo de Afrodita.
Alexander cae al piso junto con Afrodita sin poderse separar pues la flecha los mantenia unidos y mientras el intenso dolor los aquejaba a ambos, la flecha desaparece misteriosamente cerrando inmediatamente las heridas que les habia causado a los jovenes, sin embargo Alexander habia perdido la conciencia.

-Bien hecho Eros- Sonriente felicitaba al dios del Amor

-Siempre estare para servirte mi hermosa Afrodita- Eros se acercaba volanto hacia la diosa revelando su indentidad que mantenia oculta entre las sombras

-Al parecer Ares a caido en el hechizo- Afrodita observaba el cuerpo inconciente de Alexander en el piso

-Si, mi flecha del amor eterno ahora estara clavada en su corazon y el estara perdidamente enamorado- Eros bajaba al piso levantando a Alexander

-Eros quiero que lo lleves a su cama, yo me retirare a la mia- Afrodita daba las gracias al dios del Amor mientras este levantaba del piso a Alexander

-Cuando el despierte yo le explicare lo sucedido- Afrodita se reitaraba del lugar desapareciendo en la sombra del largo pasillo hacia su recamara

-Me parece bien mi hermosa dama- Eros llevaba en direccion contraria a Afrodita a Alexander hacia su recamara

Pero en las obscuridades de los pasillos donde el contecimiento habia ocurrido, la sombra de un hombre recargado en la pared y cruzado de brazos observaba todo lo acontecido en ese momento entre Alexander, Afrodita y Eros.

-Valla valla, con que algo trama Afrodita y ese enano jajajajaja, yo Phobos no dejare que intenten algo contra mi señor Ares jajajaja- El hombre pensaba esas palabras mientras observaba como se retiraban del lugar Afroita y Eros con Alexander inconciente, y asi tras observar lo sucedido, este se retira solenciosamente de lugar sin hacer nada.

Santuario…

Las horas habian pasado tras la llegada de Shaina y Marin, y el sol comenzaba a salir una vez mas, todo era absoluta calma, los pajaros en el santuario cantaban una vez mas como hacia mucho tiempo no lo hacian, los rayos del sol cubrian absolutamente todo el lugar, ninguna nube se podia observar, el amanecer era totalmente hermoso, sin embargo aunque el dia era hermoso no habia nada que celebrar.

En el santuario imperaba la tristeza y consternacion tras la muerte de Jabu y los demas, la indignacion de los caballeros era tanta que incluso mientras se guardaba silencio en honor a ellos, por dentro sentian ira y odio hacia con Ares, en sus mentes pensaban las formas mas crueles de torturar a Ares por sus horribles actos, sin embargo todos y cada uno de ellos guardaban la compostura ante la presencia de Athena en respeto a la misma diosa y a los fallecidos caballeros de bronce.
Todo el santuario se encontraba reunido en el coliseo haciedo una ceremonia religiosa para despedir las almas de Jabu, Ichi, Nachi, Geki y Ban, asi mismo aunque no estuvieran presentes sus cuerpos, en el centro del coliseo se encontraban las boxes de sus respectivas armaduras rodeadas por todos los caballeros de todas las categorias.

-Caballeros, Amazonas… este es el ultimo adios a aquellos caballeros que siempre sirvieron a la diosa Athena- Mu hablaba ante todos los presentes desde el centro del coliseo

-Jabu de Unicornio, Ichi de Hydra, Nachi de Lobo, Ban de Leon y Geki de Oso, ellos siempre fueron fieles y serviciales caballeros, ante la precencia de Athena, prometemos que jamas seran olvidados y que siempre seran recordados como las buenas personas que nunca dejaron de lado sus deberes hacia el santuario- Mu hablaba en publico ante todo el santuario que se encontraba reunido en el coliseo

-Tambien quiero aprovechar para que al igual que los cinco caballeros muertos, tambien de le de un aplauso a alguien que ya nos a dejado para estar en un lugar mejor, mi maestro y patriarca del santuario; Shion- Mu dejaba entrever unas cuantas lagrimas salir de sus ojos ante el inminente recuerdo de quien fue su mentor y a quien le debia todolo que a lo largo de su vida habia aprendido

Tras las palabras de Mu, todo el santuario hacia sonar un inmenso eco de aplausos hacia los caballeros caidos en batalla, asi como Shion, todos aplaudian donde algunos lloraban, otros por su caracter mantenian oculta su tristeza o simplemente lloraban por dentro evitando derramar lagrimas.
La tristeza era general en todo el santuario y mas porque se podia observar a Athena llorar de igual forma.

-Me pregunto como es que fueron atacados o por quien…- Shura hablaba en voz muy baja a Saga mientras no dejaba de observar al centro del coliseo desde las gradas

-Yo tambien me pregunto lo mismo, esto es muy raro- Saga de igual forma respondia a Shura sin quitar los ojos del centro del coliseo

-Hacia mucho que llevaban desaparecidos los caballeros y ahora aparecen muertos… esto esta muy raro no crees Camus?- Milo observaba el las boxes de los caballeros de bronce caidos mientras preguntaba silenciosamente a su amigo acuariano

-Asi es, nadie sabia de ellos, incluso Athena desconocia su paradero… pero en fin habra que averiguar que paso- Camus respondia a Milo cruzado de brazos

-Muy raro… muy raro- Milo susurraba

-Por cierto, donde estuviste tu?- Camus preguntaba intrigado al Escorpion

-Estuve fuera del santuario, fui a buscar a una persona que no veo desde hace mucho tiempo, pero no la encontre- Milo respondia mientras pensaba en esa persona al mismo tiempo sin dar mas explicacion a Camus

-Ya veo- Camus terminaba la conversacion para seguir escuchando los aplausos que aun no cesaban

Asi el santuario a pesar de ser un hermoso dia, despedia por ultima vez a los caballeros de bronce caidos en batalla, asi como al patriarca Shion, quien tambien merecia ser despedido por todos y todas ahi presentes.

Londres…

-Esmeralda, a llegado la hora- la voz de una pelirosa sentada en un sillon de la sala central en la abadia de West Minster hacia resonar en eco por todo el lugar

-Asi parece Amelie- Esmeralda respondia mientras se sentaba en un sillon cruzando las piernas

-Alala me a avisado que alguien nos quiere ver en alguna ciudad de Inglaterra- Amelie comentaba a Esmeralda

-Pero quien sera esa persona?- Dudosa preguntaba a Amelie

-Pues Alala no dijo nada, pero creo que se trata de Enio, igual no estoy segura- Amelie pensaba mientras se acomodaba el cabello detras de su oreja

-Enio… puede ser jeje- Con su calida y tierna sonrisa concluia Esmeralda

-En fin, esperemos a las demas, pronto comenzaran a llegar, Alala tambien me comento que ya a dado aviso a las demas- Amelie tomaba un trago de vino en una hermosa copa de cristal finamente elaborada

-Queda esperar nadamas, por cierto no has visto al señor Ares, todo a estado muy calmado ultimamente- Esmeralda cruzaba la otra pierna cambiando de posicion

-No, no lo e visto ni a el ni a los demas dioses, muy raro la verdad- Amelie respondia mientras terminaba su copa de vino

-Bueno, andare por ahi jeje nos vemos en un rato- Esmeralda se despide de Amelie retirandose a su recamara en la Abadia

Ahi mismo en la Abadia de West Minster, pero en otro sitio…

-Deimos, tengo algo importante que decirte- Phobos habia citado a su hermano en un hermoso y enorme jardin que se encontraba en el centro de la abadia

-Que pasa Phobos?- Deimos se llenaba de intriga sobre lo que Phobos estaba a punto de decirle

Santuario…

Todo mundo se a retirado del coliseo en silencio, los caballeros guarianes del santuario se han retirado a las afueras y alrededores del mismo a seguir cumpliendo sus funciones de vigilancia, los caballeros de bronce y amazonas permanecen dentro del santuario entrenando, los caballeros de plata de igual forma permanecian dentro del santuario vigilando cualquier rincon y los caballeros dorados regresaban a sus respectivas casas a vigilarlas como era su deber.

El silencio aun imperaba en el santuario, pues parece que la consternacion durara todavia algun tiempo mas.

Capítulo XII: Un triste descubrimiento.

Una joven pelirroja con unos ojos tan rojos como la sangre, aparece frente a Ikki de Fénix, quien se encontraba en la casa de Géminis.
El caballero de Fénix se encontraba sentado en una de las salas principales de esta casa, cuando en eso, se escuchan los tacones de alguien caminar hacia él, sin embargo, Ikki no se levantó de su lugar, pues al parecer no sospechaba de nada.

―Buenas tardes―la joven vestía con una larga túnica blanca que cubría su cuerpo en su totialidad, dejando ver únicamente un tierno rostro.

― ¿Quién eres y qué haces aquí? ―Ikki contestaba, sin voltear a ver a la joven.

―Soy Iris, Iris de Fuego―se acercaba aun más al desarmado caballero de Fénix.

―Iris de Fuego… Ya me encontré antes con gente como tú―el chico cruzaba las piernas rascándose lentamente la barbilla.

― ¿Gente como yo? ―cuestionaba ella sorprendida.

Pese a que Ikki permanecía inmóvil ante la presencia de Iris, a este le resultaba muy extraño que la berserker aun no lo había atacado, pues el caballero sabía que Iris tenía ventaja para poderle hacer alguna clase de daño. Así, el joven caballero se colocaba de pie, dando la cara a la pelirroja.

― ¿Por qué no me has atacado? ―el joven se levanta con rapidez, haciendo fluir un aura que envolvía su cuerpo.

―Tranquilo caballero, no te conviene atacarme, he venido hasta aquí a probar algunas cosas con ustedes, los caballeros de Athena―Iris se quitaba su túnica blanca, dejando ver una hermosa armadura roja con plata, que es símbolo del Fuego.

―Veo que te has decidido a pelear―retaba a la intrusa.

―Te diré una cosa, no he venido a pelear, o mas bien si, pero no pienso matar a nadie― Iris se quitaba una diadema llena de zafiros blancos.

―Si no vienes a matar a nadie… ¿a qué viniste?― preguntaba sin descuidar su posición.

―Yo soy una berserker de Ares y mi obligación es obedecer sus órdenes, ¡SOLO SUS ÓRDENES! ― La tierna cara de Iris se tornaba seria e imponente.

― ¿Entonces?― Ikki, confundido, pregunta.

―Pero Ares no me ha dado ninguna orden aun. Estoy aquí porque fui enviada por Enio a asesinarte, pero a mi no me hacen tonta, sé que he sido enviada aquí para ser asesinada. Es por eso que quiero decirte algo, caballero―Iris comenzaba a sacar una poderosa aura roja aludiendo a su caliente cosmos de fuego.

―Habla ya, antes de que te corte la cabeza―el caballero comenzaba a caminar lentamente hacia Iris.

―Quiero ver qué tan poderosos y peligrosos pueden resultar los caballeros de Athena contra Ares. ¡¡MIL FUEGOS INCANDESCENTES!! ― Miles de llamas a temperaturas cercanas a la del sol, emergían desde el piso de Géminis, atacando a Ikki, dejándolo gravemente herido.

― ¡QUEE! ―  El caballero no podía creer que haya sido derrotado con tanta facilidad, mientras este caía al piso, con su armadura destruida que segundos antes se habia enfundado.

―Veo que no son rivales para Ares. Fuiste derrotado muy fácil por mi, la berserker elemental más poderosa de las doce ― Iris se daba media vuelta observando la casa de Géminis―. Te diré una cosa, pero antes dime tu nombre, caballero― amablemente se acercaba a Ikki para ayudarlo a levantarse.

― ¿Por qué me ayudas? Deberías acabar conmigo ahora que puedes ― se resistía a aceptar la ayuda de Iris.

―Pienso pelear contra ti en igualdad de condiciones, me desilusiona tener que enfrentar a un rival tan débil como tú―La ternura de Iris se convertían en palabras muy duras para el orgullo del fénix.

―Mi nombre es Ikki de Fénix―Increíblemente daba su brazo a torcer y aceptaba la ayuda de la berserker.

―Ikki, te diré algo. Quiero que entrenes y te vuelvas más poderoso, para que, el día que nos volvamos a ver, tengamos una digna batalla― Iris se ponia de nuevo su túnica blanca, dejando recostado al herido caballero en el sillón más cercano.

― ¿Qué crees que estás haciendo? ― Otra joven mujer interrumpía desde lejos, aplaudiendo sarcásticamente.

Irene abría sorprendida suslos ojos, al notar que la voz que había escuchado era bastante familiar.

―Pero Alalá, ¿qué hace usted aquí? ― Iris se arrodillaba cuanto antes sin vacilar.

― ¿Acaso escuché bien? ¿Le perdonarás la vida a este caballero?- ―la mujer, quien se encontraba cubierta de una túnica color negro con rojo bastante elegante, caminaba cruzada de brazos hasta Iris.

―Ehh… no… señorita―nerviosa, mentía a Alalá, sabiendo que esta se había dado cuenta de lo que había hecho.

―Podrás engañar a la señorita Enio, incluso a Ares pero, a mí, jamás, ja, ja, ja―Alalá tocaba el hombro de Ikki, el cual había resultado ser la parte más dañada del cuerpo del caballero, tras el impacto que le ocasionó la técnica de Iris.

―Alalá, he venido a asesinar a Ikki―contestaba mirando a todos lados, esperando que la mujer le creyera.

― ¡MENTIRA! Has traicionado a Ares y eso lo pagarás con tu vida, traidora―la de la túnica roja alzaba el brazo derecho, lanzado una poderosa descarga de cosmos hirviente sobre Iris.

Ante el ataque de Alalá que se acercaba rápidamente a Iris, esta logra esquivarlo con cierta dificultad, sin embargo este ha tocado su armadura, destruyendo parte de la misma.

―No escaparás―Alalá lanza de nuevo su ataque contra Iris, sin acertar.

―Ikki―Iris gritaba muy asustada el nombre del caballero.

― ¡AARRRGG! ― Uno de los ataques de la mujer ha sido desviado accidentalmente hacia Ikki, logrando herirlo aun mas.

― ¡Te tengo! ― Alalá aprovecha el descuido de Iris para lanzarle una vez más su ataque, logrando golpearla duramente en el corazón, rompiendo asi su armadura―. Felicidades Iris, te has convertido en la última berserker en ser eliminada para el beneplacito de Ares―se burlaba de la berserker, quien se encontraba en el piso agonizando de un infernal dolor provocado por el hirviente calor del cosmos de la de túnica roja.

―Última en ser eliminada para el beneplacito de Ares, lo sabía, solo fuimos peones tuyos en tu juego de ajedrez―observaba a Alalá sacudiéndose el polvo creado por sus ataques.

―Ja, ja, ja, así es, tendré que darle más malas noticias a Ares, así que… nos veremos en el infierno algún día―desaparecía, dejando moribundos a Iris e Ikki.

Siglo XVIII…

La silueta de Ariadna era transportada por otro flashback hacia algún momento de su pasado, apareciendo a las afueras de una cabaña en una noche bastante lluviosa.
Ahí, la castaña observaba bajo la torrencial lluvia, la sombra de una joven bajo la chimenea, se trataba de Ariadna, su pasado.

―¡Mi maestro está muerto! ― La Ariadna del pasado había consumido sus últimas lágrimas por el caballero de Sagitario bajo el calor de la chimenea.

La chica dejaba caer a la hermosa alfombra, de piel de tigre, la copa de vino tinto que ella tomaba. Al mismo tiempo, en su estado de ebriedad y tristeza, Ariadna toma la copa y la rompe en su puño, haciéndolo sangrar y manchar aun mas aquella bella alfombra.

―Athena, me quitaste a quien más amaba en esta vida, esto es tu culpa―los ojos de Ariadna se humedecían lentamente, haciéndolos brillar junto a la luz producida por el fuego de aquella chimenea.

Así mismo, tomaba la copa rota y la arrojaba contra la pared en respuesta a su tristeza.

―Athena te odio, te odio, te odio…― Lloraba aun más la castaña.

―Acepta que no solo odias a Athena―la voz de un hombre hacía eco, a unos metros de la espalda de Ariadna.

―Athena y ¿quién mas? Pues ¡TODOS! ¡ODIO A TODOS, INCLUSO A SAGITARIO! ―en su estado de ebriedad, no había dado importancia a la presencia de aquel joven.

―Estás ebria― Decepcionado, observaba a Ariadna que no podía mantener la postura.

Sin embargo, al paso de algunos segundos, el joven lanza un cálido cosmos sobre Ariadna, haciéndola recuperar la consciencia y actuar de forma normal.
Obviamente al ver al joven, la castaña toma una posición agresiva.

― ¿Quién eres? ―Sorprendida, veía al joven de cabello negro hasta el cuello y de ojos verdes.

―Soy quien viene a curar el corazón que Athena rompió― Kenneth respondía, haciando brillar un aura roja a su alrededor.

―No te entiendo― Ariadna se dejaba caer al piso, llorando, ante los recuerdos a flor de piel de su maestro.

―Athena te rechazó, así como ese caballero y los demas de oro. Ahora, lo único que te queda es la soledad y la resignación de haber perdido a quien más amabas, en una guerra que ni siquiera pudiste pelear―el pelinegro pronunciaba esas tan frías y duras palabras a una Ariadna débil y afligida emocionalmente.

―Calla, ¿tu quién eres para decirme eso? ¿Cómo sabes todo eso? ― Se ponia de pie de frente a Kenneth, quien se encontraba prendiendo un cigarro.

―Soy alguien enviado por la utopía a advertir que los tiempos que vienen, serán buenos para quien quiera seguir mi camino―los ojos verdes del hombre se tornaban rojizos gradualmente.

― ¿Por la utopía? ―Confusa, comenzaba a poner más atención en lo que Kenneth decía, que en sus tristes recuerdos del caballero que tanto amó.

―Sigue mi camino, Ariadna y serás elevada al cielo que ni siquiera Athena es capaz de alcanzar―el pelinegro extendía el brazo a Ariadna.

―No confio en ti, ¿qué quieres de mi? ― Dudosa, rechazaba el brazo de Kenneth.

Ante el rechazo de Ariadna, Kenneth dirije su brazo a la chimenea, haciendo el fuego que emanaba de ahí más fuerte y llameante, llegando a colocarlo en la palma de su mano. Así mismo, lanza el fuego hacia una de las paredes de la cabaña, incendiándola totalmente.

―Ese fuego me fue entregado por el gran Ares, el artifice de nuestra salvación, el dios que entregará a este planeta la perfección que, desde tiempos mitológicos, se busca. Athena es un gran estorbo y pronto será borrada de la memoria de todo aquel y aquella que alguna vez haya creído en sus palabras. Ares está enojado con Athena y eso le pesará― Kenneth hacía arder su cosmos congelando rápidamente la cabaña que se encontraba en llamas.

―Pero cómo pudiste…― Se sorprendía del cosmos frío de Kenneth.

―Yo no importo ahora, solo responde algo, ¿te unirás a Ares o prefieres seguir peleando por la Athena que te quitó a tu maestro? ― Kenneth se cubría con una gabardina blanca hasta los tobillos.

―…―Ariadna no respondía, solo observaba una foto casi quemada del caballero, que había recuperado del incendio de hace algún momento.

―Bien, si eso es lo que quieres, te advierto que morirás en algunos años más, ja, ja, ja―Kenneth se daba la media vuelta, dispuesto a irse.

― ¡Espera, Kenneth!―La castaña gritaba intentando detener al hombre.

― ¿…? ― El ojiverde volteaba hacia la mujer.

―Mi odio hacia Athena ha crecido infinitamente, y ya no tengo razón para defenderla una vez más. Ella fue quien me rechazó, juro que se arrepentirá por todo, al igual que los caballeros de oro― Ariadna extendía el brazo hacia Kenneth, tal como este lo había hecho antes.

―Veo que ya comienzas a pensar un poco mejor― Una sonrisa demoniaca y sarcástica se dibujaba en el rostro de Kenneth.

―Me vengaré, Athena―Ariadna recibía la mano de Kenneth.

―Ten, Ariadna, este rubí rojo, es un regalo de Ares para ti, asegúrate de nunca separarte de él, pues con este podrás vivir joven hasta la época en que Athena reencarne una vez más en la tierra. Ese rubí será tu fuente de vida hasta que llegue ese día. Entrena duro y podrás usar lo que hay dentro de la piedra. Hasta pronto―sonriente, el joven se despedía de Ariadna, entregando el rubí en sus manos y desapareciendo rápidamente frente a los ojos de la castaña.

―La vida me ha puesto en este camino ahora, pero no es mi culpa, Athena es la responsable de esto. Señor Ares, juro que no le decepcionaré―Ariadna observaba la brillosa piedra roja.

En eso, alejada y observando todos sus recuerdos, la Ariadna del presente observa otro flashback tan cegador, que simplemente desaparece todo en el entorno en que se encontraba, apareciendo frente a Amelie en el palacio de Ares en Londres.
Ariadna regresa a sí misma apaciblemente y, lentamente, comienza a abrir los ojos ante una perturbada Amelie, quien la observaba bastante confundida tras conocer el pasado de Ariadna.
Esta no podia creer las condiciones que llevaron a la castaña a aceptar la oferta de aquel joven que ese día apareció frente a ella, sin embargo, tanto Amelie como la misma Ariadna, no lograron saber jamás de quién se trataba ese joven de nombre Kenneth, el único consuelo fueron aquellas últimas palabras que el hombre susurró a Ariadna antes de desaparecer.

―Tienes un pasado muy… excepcional―Amelie se levantaba del sillón que compartía con Ariadna, dirigiéndose a otro cercano.

―Ahora sabes porqué estoy aquí―la castaña sudaba y respiraba agitada tras lo acontecido minutos antes.

―Veo que estás con Ares por odio a Athena y por…―Amelie es interrumpida.

― ¡No continues! Eso es algo personal y, aunque tu ya lo sabes, no quiero que menciones nada―Ariadna recuesta su cabeza en el sillón, descansando y comenzando a tranquilizarse un poco.

―Ok, no seguiré, solo quiero decirte algo, olvida cuanto antes ese pasado, si no puedes olvidarlo, solo intenta que este no te afecte en el momento de una batalla―Amelie se levanta y se retira de la sala.

―Ese es mi problema―Ariadna respondía levantándose y dirigiéndose en dirección opuesta a Amelie.

Santuario, Casa de Géminis…

―Ikki, levántate y ve con Athena, rápido, necesitas que te cure esas heridas―Iris se levantaba muy batallosamente, doblandosele las piernas, y sangrando de sus brazos, cara y ojos, tras el ataque de Alalá.

― ¿Por qué peleas de nuestro lado ahora? ― Ikki se levantaba, sangrando de igual manera que Iris.

―No peleo ni del lado de Athena ni de Ares. Ares me ha traicionado, ahora ya no peleo para nadie―lloraba un poco, por la decepción de haber sido utilizada por Ares, sin embargo ella no sabia que Ares jamás la había traicionado, todo era plan de Enio y Alalá―. Así que vete ya, yo moriré pronto. Así que tu debes aprovechar para ser curado, si no, también pereceras conmigo―comenzaba a elevar todo su cosmos al máximo para intentar sobrevivir un poco de más tiempo.

―Está bien, intenta salvarte, tú también mereces vivir―Ikki caminaba batallosamente, hacia la salida de Géminis que conducia a las escaleras que conectaban con la casa de Cáncer.

― ¡Ya vetev caballero! ― Iris gritaba apresurando a Ikki.

Al abandonar la casa de Géminis, Ikki comenzaba su camino, a través de las casas restantes, hacia Athena para ser curado, sin embargo, en la casa de Géminis, Iris quesaba aun de pie con sus heridas…

―Caballero Ikki, tu sí tienes una diosa a quien proteger y esta te brinda amor, en cambio yo solo fui una pieza secundaria para mi dios― Iris caminaba hacia la salida de la casa, observando a Ikki cómo subía la escalera hacia Cáncer y cómo se iba alejando lentamente―. Señor Ares, ¿por qué? ― Pensaba mientras elevaba aún mas su cosmo restante― ¡Alalá! No te daré el gusto de haber acabado con mi vida, ¡seré yo misma quien acabe conmigo! ― Iris levantaba su brazo derecho como si tuviera allí una espada― ¡Alalá! Espero que tu también seas traicionada por Ares, ¡¡SABIDURIA ARDIENTE!! ―con su cosmo reunido en la punta de su brazo derecho, grita con todas sus fuerzas y se clava el brazo en el corazón, comenzando a emerger una llama azul desde el fondo de su cuerpo y quemándola por dentro rápidamente sin sentir dolor.

A lo lejos, Ikki siente que el cosmo de Iris ha desaparecido, deteniéndose y volteando hacia atrás, logrando observar, lejanamente, el cuerpo de Iris caer al piso de la zona trasera de Géminis.

―Iris…―Sin decir más palabras y observando la muerte desde lejos de Iris, Ikki se da media vuelta y continua su camino llegando a la casa de Cáncer.

En el templo de Athena…

―Athena, presiento que mi hermano está en peligro―Shun comentaba preocupado a Athena.

―Tambien siento lo mismo― Shaka se levantaba rápidamente.

―Saga, en este momento Ikki está en la casa de Cáncer, quiero que vayas por él y lo traigas―Una preocupada Athena ordenaba al caballero de Géminis.

―Así será, Athena, con permiso―Saga abandonaba la sala en direccion a Cáncer para encontrarse con Ikki.

En ese momento llegan ante Athena, Seiya y Camus.

― ¡Seiya, Camus! ― Shun exaltado gritaba.

―Calma Shun, Saga se encargará de Ikki, no te preocupes―Athena intentaba tranquilizar a Andrómeda.

― Señorita Athena, ¿qué desea? ― Camus se inclinaba ante la diosa, observando la preocupación de Shun―He sentido desaparecer un cosmos no conocido en la casa de Géminis― Camus abservaba ahora a Shaka,

― ¿Dónde está Hyoga? ―Athena preguntaba, preocupada.

―Él se ha quedado en la casa de Acuario―Confiado, respondía el acuariano.

―Sí, yo le dije a ambos que vinieran, pero su maestrito no quiso―Seiya le sacaba la lengua a Camus, riéndose un poco.

―Decidí dejar a Hyoga en Acuario, debido a que se enfrentaría a una berserker de Ares y ese era el mejor momento para que demostrara que es fuerte y puede pelear solo―El ojiazul se levantaba observando a Athena y Seiya.

―Ya veo… Entiendo, Camus―Athena sonreía.

―La batalla ya terminó y Hyoga venció, por eso estoy tranquilo―comentaba el de Acuario.

―Camus, la razón por la que mande llamarte es porque…―En eso, Athena es interrumpida por Afrodita de Piscis.

―Athena, usted hermosa y radiante diosa, ¿me ha mandado llamar? ― Afrodita, con su clásica voz, hacía reverencia a la diosa.

―Ah, Afrodita. Así es, tengo una misión para ti, es una misión tan importante que incluso irás acompañado de otro caballero dorado― Athena se dirigía a Afrodita, dejando pendiente la petición a Camus.

― ¡Ah! Qué emoción señorita, y dígame, ¿de qué se trata? ―el caballero acariciaba una rosa blanca que sostenía en sus manos.

―Mu me ha informado que él tiene idea de dónde podría estar Ares, quiero que le entregues esto―Athena sacaba de una caja de oro, una gargantilla dorada que perteneció a una diosa que esta en la Tierra nuevamente.

―Ya veo. Muy bien, Athena, ¿y con quién iré? ― Afrodita tomaba la gargantilla y se levantaba observando el brillo de aquel artefacto femenino.

-Podras elegir tú. Cuando se lo entregues a Ares, dile que eso se lo entrego como señal de que quiero que haya paz entre nosotros―Athena se sentaba en su trono.

En Algun Lugar de la Tierra…

―JA, JA, JA, JA, JA, JA, mi plan está funcionando en todo su esplendor― La voz de una mujer hacía eco desde las alturas de un edificio, observando a su alrededor una ciudad totalmente devastada por los efectos de la tercer guerra mundial―. JA, JA, JA, JA, JA, JA, falta poco, muy poco―la voz de la joven femenina con una larga túnica gris y un cabello largo hasta la cintura, resonaba ante la desértica, devastada y muerta ciudad.

―Señorita Enio, he cumplido con sus ordenes al pie de la letra y las noticias son buenas, nuestro señor Ares comienza a ser el dios sanguinario, violento y sin piedad de los tiempos mitológicos―Alalá hacia aparición a las espaldas de Enio, dandole un detallado informe sobre aquel plan.

―Muy bien Alalá, después de todo veo que puedo confiar en ti, pero…― Enio sonreía de oreja a oreja con la confianza al máximo.

― ¿Pero? ―Alalá, en posición de reverencia, observaba a la diosa de las Batallas y la Violencia darse la vuelta lentamente.

― ¿Por qué no mataste a Iris? ― Enojada, cuestionaba a Alalá.

― ¿QUÉ? Pero si yo… sí la maté, señorita Enio―Nerviosa y sudando, respondía a la diosa.

―Si, de que murió, murioó pero la dejaste viva y te largaste de ahí, ¿sabes lo que pudo haber pasado si ella sobrevivía? ― Enio alzaba la voz cada vez más fuerte.

―Señorita Enio, yo la dejé herida de muerte, ella murió minutos después de que me marché, estoy segura― la pelirroja explicaba temblorosa a Enio.

―Ya te dije que efectivamente murió, pero al final ella pudo haber sido curada por Athena y eso hubiera significado que Iris nos traicionaria, y así mismo, Ares se daría cuenta de nuestros planes―Explicaba molesta a la mujer.

―Ya veo, tiene sentido lo que usted me dice, juro que no volvera a suceder señorita―Alalá pedia perdón por cometer un error que, por fortuna, para ella no sucedió algo mas malo.

―Sin embargo, recibirás un castigo para que no vuelvas a fallar, JA, JA, JA, JA, JA―Con una sarcástica expresión dibujada en su rostro, Enio levanta la mano izquierda y descarga una serie de rayos sobre Alalá, tumbándola rápidamente al suelo y dejándola inmovil en el mismo momento en que se retorcía en el suelo siendo electrocutada.

― ¡AAARRRGGG! ― Alalá demostraba un rictus de dolor ante las risas y beneplacito de Enio, quien hacía honor a su título de diosa de la violencia.

―Espero que aprendas esta lección, a la próxima te mataré y sufrirás mucho JA, JA, JA―Enio bajaba su brazo, deteniendo las descargas eléctricas que había aventado sobre la mujer―. Ahora, dime, las berserker elementales ya están todas muertas, ¿cierto? ― Enio preguntaba a Alalá, quien batallosamente se levantaba-

―A… asi es ―Respiraba agitada tras el ataque recibido.

―Y cuéntame, ¿ya están reunidas las doce berserker Rubí? ― La encapuchada seguía sin dejar ver su rostro.

―Si, ya están reunidas las doce― Alalá se reponía de la descarga.

―Muy bien, te tengo una orden, quiero verlas reunidas en este mismo lugar en una semana a las doce berserker Rubi― Enio observaba la puesta de sol dando comienzo la noche de aquel dia.

-Asi será, señorita Enio, con permiso―Alalá se retiraba del lugar, dejando sola a Enio.

Santuario, Casa de Sagitario…

―Faltan cuatro horas para que se extingan las doce llamas del reloj, pero aun no ha sucedido nada tan grave como para que nos tengamos que preocupar―Aioros pensaba sin decir una sola palabra desde uno de los balcones de la casa de Sagitario―. Me pregunto qué habrá sucedido en la casa de Cáncer, Géminis y Acuario, sentí varios cosmos hacer explosión tras duras batallas―observaba desde el balcón el reloj iluminado―. Presiento que, a diferencia de las ocasiones anteriores, esta vez no sucederá nada en el transcurso de las doce horas, sin embargo, el reloj no pudo haber sido prendido porque sí, ¡tiene que haber una respuesta! ― el castaño intentaba encontrar respuesta ante tal acertijo del reloj de las doce casas.

Mientras Aioros permanecía sentado en una cómoda silla de uno de los balcones de Sagitario, este tomaba con sus manos la flecha dorada de la armadura que este vestía.
Observándola detalladamente, este veía cómo podría usarla para y por el bien de Athena, recordando que esa flecha ha sido usada muchas veces antes por muchos excaballeros de Athena, que en todo momento han sabido usar la flecha en el momento oportuno, salvándole la vida a la diosa en numerosas veces.

―Athena…―Aioros suspiraba.

―Aioros, amigo, no debes preocuparte, nosotros siempre pelearemos por Athena y triunfaremos, debemos tener confianza entre todos―Shura hacía aparición a las espaldas del pensativo Aioros.

―Pero, ¿cómo sabes que estoy preocupado? ―sorprendido, pregunta al peliverde.

―Puedo sentir cuando algo aflige a mi mejor amigo, solo te puedo decir que en todo momento pelearemos juntos y nos cuidaremos las espaldas, amigo―Shura reconfortaba, dándole unas palmadas en la espalda a Aioros.

―Pese a todo lo que me aflige, hay algo que en especial me atemoriza mucho―observaba a los ojos a Shura.

―Aioria, ¿cierto? ― Shura observaba la casa de Leo, que se podia ver desde el balcón de Sagitario.

―Si, el aun es muy joven y deseo que no pelee en esta batalla― Se levantaba para también observar la casa de Leo, mientras este guardaba la flecha dorada.

―Él es un caballero dorado y tiene el nivel al igual que tú, que yo y lo demás caballeros dorados para defender dignamente a Athena, deberías darle una oportunidad, Aioros―Shura posaba su brazo en el hombro de Aioros.

―Tus palabras siempre me tranquilizan, amigo―Aioros estrechaba la mano de Shura en señal de agradecimiento.

―Debo regresar a Capricornio, piensa bien lo que te dije, amigo―Con una sonrisa amigable se, retira Shura.

Londres…

―Phobos, Deimos, Eros y Anteros, salgan de la habitación, quiero hablar a solas con Ares― Amablemente, les pedía a los demás dioses que dejaran solos a Ares y Afrodita.

―Muy bien, salgamos― Deimos tomaba la salida junto a las demás deidades.

―Ares, has permanecido callado mucho tiempo, ¿qué sucede? ― Afrodita preguntaba, tomando la mano de Ares.

―Aun puedo observar mi cuerpo y mis instintos humanos, algo me hace falta ―Ares respondía a la diosa, mientras este observaba detalladamente las palmas de sus manos.

―Instintos humanos… Recuerda que tanto tú, como yo y los demás dioses, reencarnamos en humanos cuando llegamos a la tierra―Con una hermosa sonrisa, al igual que su angelical y claro rostro, calmaba la preocupación de Ares.

―Reencarnar, esa palabra no me gusta. Afrodita, quiero que vallas con Athena y la asesines tu misma, ella es la culpable de todas mis dudas― Ares se levantaba rápidamente ordenando a Afrodita.

―Pero Ares…― la radiante y rubia diosa, se levantaba tratando de calmar la aparente ira de Ares.

― ¡AAARRGG! Olvídalo, iré yo mismo por Athena. ¡AARRGG! ― Ares comenzaba a sentir dolor desde lo más profundo de sus entrañas, cayendo al suelo y levántandose repetidas veces, intentando salir de la habitación real, pero fue detenido por Afrodita.

― ¡ARES! Detente, tu no eres el dios que yo conozco desde la era del mito―Afrodita reclamaba furiosa al dios.

― ¿No soy el dios que tu conoces desde el mito? ¡AAARRGG! ― Ares caía una vez más al suelo.

―Ares… ― Afrodita se acercaba al dios que no se movía ya.

― ¿Cómo me llamaste? ― Ares preguntaba desde el suelo a Afrodita, mientras se levantaba solo.

―Ares, así te llamas ― Confundida, respondía.

―Yo me llamo Alexander― El pelirrojo se levantaba, y como si nada hubiera pasado, se dirigía a su trono, pasando a un lado de Afrodita sin siquiera voltear a verla.

Ante la consternacion de Afrodita, esta recordaba que Deimos y Phobos le habían contado acerca de Alexander y que este joven era la reencarnación de Ares en la era moderna.
Ante esto, Afrodita deduce que aún no ha despertado el verdadero dios de la guerra y que debe darle tiempo, pero aun así no sabe que, por otro lado, Enio está haciendo y moviendo sus piezas para apresurar el verdadero despertar del dios.
Así, Afrodita decirle no mencionarle palabra alguna a Ares sobre lo que ella sabe y decide llamarlo ahora por el nombre Alexander, para asi poder evitar más confusión en el dios.

En otra parte del Mundo…

―El cosmo de Ares se ha debilitado― Enio estaba dentro de una casa, de las millones que fueron destruidas por la guerra, mientras fumaba un cigarro― ¿Será que vamos en retroceso? No, no es eso―Pensaba y pensaba la diosa―Alalá, espero que traigas rápidamente a las berserker Rubi―sonreía mientras hacia figuras con el humo de su cigarro―. El momento de las Berserker Rubi ha llegado, por fin entrarán a escena JA, JA, JA, JA.

Capítulo XI: El sufrimiento de quien alguna vez luchó por el bien.

Londres…

―Señor Deimos, ¿usted ha solicitado mi presencia?―Ariadna se inclinaba ante el dios del Terror, tras entrar a la sala real donde se encontraban reunidas todas las deidades.

―Ariadna, quiero un informe acerca de las berserker elementales, ¿qué ha sucedido con ellas? ― Deimos pedia cuentas a la joven castaña.

―Las berserker elementales… ―la mujer se llenaba de nervios y comenzaba a sudar, viendo hacia todos lados, tratando de evandir la pregunta que el dios le habia hecho frente a los demas dioses.

―Asi es, las berserker elementales ― Deimos respondiaante la evasiva de Ariadna.

―Señor… las berserker están…

― ¡Muertas!- Alalá se adentraba en la sala real, interrumpiendo sin más.

― ¿¡QUÉ!? ―Ares se levantaba con furia de su trono.

―Asi e,s mi señor Ares, me temo que ellas han sido eliminadas por los caballeros de Athena ― cruzada de brazos y con una sonrisa de hipocresia, respondia al dios de la Guerra.

― ¡MALDICION! ― El cosmo de Ares comenzaba a surgir de su cuerpo, formando inmensas auras rojas que cubrian, no solo el salon real, si no el complejo en su totalidad donde este se encontraba.

― ¿Qué demonios haces, Alalá? ―voltea llena de enojo, cuestionando la castaña a la mujer que ingresaba, sin levantarse aún.

―Guarda silencio, ¿acaso no recuerdas lo que les dije a ti y Esmeralda? ― susurraba al oido de la castaña, evitando que le escucharan.

― ¿Asi que están muertas todas? ―repetía Phobos a la peliroja.

―No, aun estan vivas las dos mas poderosas de las elementales, dudo que puedan acabar con ellas ― más ella sabía que sería todo lo contrario, sabía que las dos restantes serian eliminadas.

― ¿Alguna sugerencia, Ares? ―Afrodita tomaba la palabra con su suave y femenina voz que a cualquiera enamoraria.

―…― Ares aun seguia furico destellando su cosmos por todo el lugar.

― ¡RETIRENSE! ― Phobos ordenaba a Ariadna y Alalá.

Mientras ambas salian de la habitacion real de Ares, al cerrarse las puertas se logran escuchar ruidos hechos por la deidad de la guerra, por motivo de su inmensa ira que fue provocada por la caida de mas de diez berserker.

―No creo que esto haya sido buena idea, Alalá―Ariadna reaccionaba furiosa ante la noticia que se le habia dado a Ares.

―No me importa lo que creas, todo esto es un plan de Enio y mio para hacer despertar el verdadero poder de Ares― caminaba mas rapido que Ariadna, diigiéndose a la salida de la fortaleza de Ares.

― ¿Acaso huyes?― apresuraba su paso la castaña, retando a Alalá.

―Ja, ja, ja, yo, ¿huir? No te metas mas allá de donde no debas―se detenia secamante advirtiendo a Ariadna con una mirada extraña que la otra joven no lograba ver.

―No me des la espalda, ahora dime, ¿a dónde vas?―la castaña intentaba detener a Alalá del brazo.

― ¡Sueltame! ―la peliroja comenzaba a dejar fluir su hirviente cosmos, tornándose con una expresión agresiva y tornando sus ojos en un rojo brillante.

― ¿Pero qué?, esto ya lo he visto antes… Esta ira emanando del cuerpo de alguien― Ariadna, bastante impresionada por el cosmos de Alalá, decide soltarla sin pedir mas explicaciones.

―Ariadna, enfocate en tus prioridades como guerrera de Ares, comienzas a ser problematica y esto es algo que no nos conviene a nadie―advertia a la mujer mientras esta cerraba las puertas dobles de la sala central.

―Ese cosmos lo he sentido antes―pensativa, se dirigia hacia uno de los blancos y cómodos sillones de la sala ubicada en la fortaleza del dios de la guerra,

―Con que comienzas a sentir cosas inexplicables, ¿no, Ariadna? ―una joven de cabello rosado se acerca hacia la mujer, llegando desde lejos.

― ¿Tu eres? ― Ariadna sorprendida, observaba la figura de aquella joven mujer acercarse y tomar asiento frente a ella.

―Soy Amelie, quizá no me conozcas, pero tambien soy parte del ejército de Ares―cruzaba las piernas observando de pies a cabeza a Ariadna como si quisiera examinarla.

―Ya veo, ¿también eres berserker elemental?―la castaña suponia que Amelie era la ultima berserker con vida.

―No Ariadna, yo no soy una berserker elemental―sonreía la mujer con ternura.

―Entonces, si no eres elemental, acaso tu eres…―Muy emocionada e intrigada. sacaba conclusiones.

―Ja, ja, ja asi es, al igual que tu, yo soy una berserker Rubi ― Bajo su vestido, Amelie dejaba asomarse un pequeño fragmento de armadura roja y brillosa, que cubria su brazo izquierdo.

―Ya veo, las berserker rubi somos aun mas poderosas que las elementales, bueno creo que nisiquiera hay punto de comparacion― Ariadna comenzaba a sentirse cómoda en la conversacion con Amelie.

―Asi es, nuestro poder no se compara con las berserker elementales y aparte de eso somos el pilar fundamental del ejército de Ares―acomodándose su cabello, la ojiazul comentaba a la joven de ojos cafés―Pero, puedo sentir en el interior de tu corazón que, a peaar de todo, buscas respuestas a muchas preguntas-―observaba directamente a Arianda con un semblante de intriga.

― ¿Cómo sabes? ― Ariadna se rascaba la cabeza un poco nerviosa.

―Tus ojos me lo dicen. Tu lloras cuando nadie te ve, gritas cuando no hay posibilidad de que alguien te escuche, hablas de tus sentimientos a solas sin confiar en nadie, incluso me atrevería a decir que tu alianza con Ares, es mas por buscar esas respuestas, que por fidelidad a nuestro dios―Amelie cerraba sus ojos y tomaba una posicion de oración hacia Buda, hablándole sobre lo que siente acerca de Ariadna.

― ¿Co… Cómo puedes saber todo eso? ― Lágrimas brotaban de la castaña, comenzaban a escurrir con lentitud.

―Tengo la facultad de leer el corazón de las personas buenas y puras en este mundo― Un calmado aire creado por Amelie, comenzaba a soplar por toda la habitacion.

El corazón de Ariadna comienza a palpitar con rapidez, mientras esta se para e intenta resistirse el cúmulo de sentimientos que Amelie le habia hecho recordar.
Sin embargo, Ariadna rompe en llanto al recordar fragmentos de su pasado que habia olvidado por el odio que le tenia a Athena, por el rechazo que ella había sufrido en la anterior guerra santa contra Hades.

―Ya no sigas, ¡no quiero recordar esos tristes momentos! ¿Cómo haces para volver a recordarlos, Amelie?―Ariadna se acercaba a la pelirosa.

―Tener tus recuerdos ordenados te ayudara a rendir al 100% en esta guerra, de lo contrario solo serás un estorbo para Ares― juzgaba a Ariadna, buscando todavía sus recuerdos del pasado.

―Pero no quiero recordarlo―se resistía ella a toda costa.

En la casa de Acuario en el Santuario…

― ¡¡ULTIMA FURIA DEL ATLANTICO SUR!! ―Diana lanzaba el íltimo de los siete golpes que acabaria completamente con Hyoga, quien estaba débil por la pelea contra la berserker elemental mas rápida de las doce.

En el momento en que el séptimo golpe se acerca a Hyoga, la armadura de cisne comienza a tornarse dorada por la sangre de los caballeros dorados, que años atrás habían revivido las armaduras de bronce. Ante tal situacion, Hyoga logra esquivar el golpe y asi poder observar lentamente los movimientos de Diana.
Mal herido, Hyoga comienza a destellar su helado cosmos tomando fuerza una vez más y tomando posición de ataque.

―Diana, tu velocidad ya no funcionará conmigo ― el caballero de cisne se levantaba batallosamente.

― ¿Cómo has podido escapar de mi último golpe? ―Sorprendida, se alejaba un poco de Hyoga, pues esta habia perdido gran parte de su cosmos, al ultilizar todo su poder en los ultimos ataques.

―Diana, te diré una cosa, en todo momento he estado cobijado por la protección de Athena y juro que no vencerás, me has hecho mucho daño y no te perdonaré― En su posicion de ataque, Hyoga juntaba ambos brazos.

― ¿Qué vas a hacer?― se alejaba para poder salir de Acuario, y evitar ser golpeada.

― ¡Toma esto! ¡¡EJECUCION AURORA!!― el aire frio del caballero es lanzado hacia la berserker quien intentaba huir.

Sin exito en su huida, Diana es golpeada con severidad por el ataque del cisne, logrando estrellarla fuertemente en uno de los pilares de la onceava casa.

―Pero cómo es posible que yo haya… fallado―Diana yace en el piso con sus cuatro extremidades congeladas.

―El bien siempre triunfará sobre el mal, recuerda esto a donde quiera que vayas―Hyoga se daba la media vuelta, abandonando la casa de Acuario dejando sola a Diana en sus últimos momentos.

―Caballero de cisne, admiro tu perseverancia… ¡AARRGG! ― En su ultimo rictus de dolor, Diana muere, convirtiéndose en la onceava berserker elemental en morir.

―Descanza en paz, Diana―Hyoga caminaba lentamente hacia la salida de Acuario, deseándole un eterno descanzo a quien momentos antes estuvo a punto de matarlo.

En Londres…

Amelie, quien habia hecho aparición frente a Ariadna, intentaba hacerla recordar los momentos de su pasado que tanto la atormentaban, pues ella, aludia que por culpa de esos recuerdos, Ariadna no podria servir a Ares de buena forma. Esos recuerdos la hacen actuar de forma apasible y tranquila.
De alguna forma, Amelie tiene los conocimientos aprendidos de Buda para lograr esa transición entre los tiempos y las memorias, pero esa situacion resulta algo tortuosa para Ariadna, quien se resigna a recordar su pasado. No obstante…

―Ariadna, tengo un trato que ofrecerte―Amelie detenía su ingreso a la mente de Ariadna, dejándola descansar y tomar un respiro.

― ¿Un trato? ―Ariadna se tiraba al piso respirando fuertemente, apoyandose de las rodillas y las palmas de sus manos mirando hacia el suelo.

―Asi es, no pongas resistencia y dejame ver tu pasado, es mas, no lo hagas por mi ni por Ares, hazlo por ti― Amelie intentaba convencer a la castaña, tomándola de las manos.

―No sé, ¡no quiero! Son recuerdos muy… íntimos―Ariadna no sabia de qué forma eludir a la mujer.

―Si aceptas, jamás te volveré a molestar, y te prometo que después de que veas esos recuerdos, encontrarás el camino que tantos años has buscado― Amelie acariciaba con su pulgar las húmedas mejillas de Ariadna, quien segundos antes habia llorado por tener algunos recuerdos a flor de piel.

―Está bien Amelie, pero juro que si intentas algo mas, te va a pesar― Con una renovada y seria cara, Ariadna advierte a Amelie.

―Tranquila, te prometo que solo veré tus recuerdos al igual que tu, te me haces una persona muy… enigmática, por decirlo de alguna manera―sonreía con ternura, infringiendole seguridad y tranquilidad a su receptora.

―Ok― Ariadna se sentaba en el cómodo sillón, cerrando lentamente sus ojos y respirando profundo.

―Muy bien ahora dormirás tranquilamente y tu alma viajará hacia el pasado, yo seré la conexión entre el pasado y el presente, mientras tu cuerpo permanezca aqui, tu alma estará encadenada a mi alma, asi evitaremos que te pierdas en el pasado―Amelie se acerca a Ariadna, susurrándole esas palabras muy tenue y con lentitud en el oído―. No hables, solo duerme y disfruta el viaje―Amelie abría la palma de su mano, poniendola en la cara de la castaña― ¡¡LA VERDAD DE BUDA!!

En ese momento, Ariadna comienza un periodo de relajación y empieza a dormir, por su parte Amelie queda en un estado de suspensión, en el que su alma se divide en dos partes, la del presente y la del pasado, con la cual podrá estar al lado de Ariadna, mientras esta viaja al pasado de su mente.
Al quedar dormida la castaña, su alma se desprende y aparece en el universo frente a miles de millones de hermosas estrellas, galaxias, nebulosas, soles, etc. Estando ahi, esta queda totalmente flotante sin posibilidad de moverse por voluntado propia, hasta que una luz aparece frente a ella y comienza a absorberla.
Al entrar a la luz, esta toma forma de tunel y comienza a transportarla a una velocidad totalmente ignorada hasta por los mismos dioses del Olimpo.
La noción del tiempo-espacio-luz ha sido perdida por Ariadna, quien no podia pronunciar ninguna palabra, solo observaba cómo su cuerpo era transportado a una velocidad mas rápida que la de la luz.
Asá, pasó algún tiempo que no fue posible calcular, tornándose todo oscuro, silencioso y calmado.

Siglo XVIII…

―Athena, juro que te protegé con mi vida y que jamás me dejare vencer por Hades y sus espectros― Un joven con la elegante y brillosa armadura de Aries, herido y con dolor, se inclinaba ante la deidad, en el palacio del patriarca.

―Al igual que mi amigo Shion, pelearé hasta el final, sin importar el dolor que pueda llegar a sentir― El joven de cabellos cafés hablaba inclinado frente a la diosa, igualmente herido como su amigo, el caballero de Aries.

―Caballeros, agradezo su lealtad, yo juro que daré todo de mi para que nadie más tenga que morir en esta guerra―la deidad se posaba de pie, ayudando a levantarse a los heridos caballeros de Libra y Aries.

―Ya no quiero que sufran mas―Athena lloraba al intentar sanar las heridas de los cabelleros.

Ariadna miraba de lejos, sin poder ser detectada por quienes se encontraban en la sala del patriarca, cuando de repente, un flashback ciega los ojos de la castaña y esta aparece en el coliseo del Santuario.

―Vamos Ariadna, debes ser mas rápida―un caballero de oro entrenaba a Ariadna, quien deseaba convertirse en protectora de Athena.

―Maestro de Sagitario… no puedo más― Exhausta, caía al no soportar más el fuerte entrenamiento que le imponía el caballero.

―Ariadna… aun eres muy joven para poder ser santo de Athena. Creo que es mejor que no pelees, no quiero que seas asesinada por algún espectro de Hades―el hombre la levantaba del suelo, sacudiéndola del polvo.

― ¡Pero maestro! Tu no puedes hacerme esto, yo quiero pelear a tu lado… y el de Athena―la chica se levantaba frenética, como si no le importara el dolor y cansancio de su previo entrenamiento, reclamándole al caballero de oro.

―Es mi última palabra, Ariadna, lo hago porque te quiero y quererte significa protegerte de todo mal, y créeme, aun estás muy joven para enfrentarte a un espectro de Hades, ellos no tienen piedad de sus enemigos y no respetan edad ni sexo, ellos matan por placer―el hombre intentaba hacer entrar en razón a su alumna.

―Pero puedo volverme más fuerte, por favor, maestro, déjame ayudarte―Ariadna suplicaba de rodillas.

A lo lejos, Athena, era acompañada de Acuario y Escorpión, quienes observan el entrenamiento de Ariadna sin decir una sola palabra. Al percatarse de la presencia de los dos santos dorados y de Athena, Ariadna decide acercarse a la deidad, pidiéndole que le diga al caballero de Sagitario que no se rehuse a entrenarla y que le permita pelear en la guerra santa.

―Athena, por favor dile a mi maestro que me deje pelear a tu lado―Ariadna tomaba las manos de la joven deidad.

―Ariadna, al igual que tu, yo también soy muy joven, pero este es mi destino. En cambio, tu destino es vivir y ser feliz, no tienes por quéderramar tu sangre innecesariamente―sonreía la chica a la castaña.

―Pero Athena…―Ariadna volteaba a ver al par de caballeros que acompañaban a la deidad.

Ante la mirada de la alumna, los santos de Acuario y Escorpión no mencionan una sola palabra y deciden darse la media vuelta y retirarse a sus respectivas casas en el santuario.

―Pero…―Ariadna observaba triste el rechazo de los caballeros dorados.

―Si valoras tu vida, será mejor que te marches del santuario cuanto antes, niña―el caballero de Escorpión mencionaba esas frías palabras a la joven, mientras este le daba la espalda, alejándose del lugar junto a su amigo Acuariano.

―Él tiene razón, Ariadna―sonreia todavía la deidad con ternura, intentando convencer a Ariadna del valor de su vida y juventud.

― ¿Lo ves?, tienes que hacerme caso, es mejor que decidas vivir a estar evitando el penoso rechazo de los caballeros dorados―el maestro se sentía apenado por el rechazo que los otros dos caballeros le hicieron a Ariadna.

―Maestro, yo… ¡TE ODIO!¡ Y A TI TAMBIEN ATHENA!―la chica abandonaba, corriendo a toda velocidad, el coliseo, y posteriormente el santuario no volviendo en un muy largo tiempo a este lugar.

En eso, mientras la Ariadna del presente observaba esos recuerdos, otro flashback ciega sus ojos, transportandola a otro momento de sus recuerdos, 3 años después desde que fue rechazada en el santuario.

― ¡Al fin lo he logrado! He despertado mi séptimo sentido, ahora creo que ya tengo el nivel para poder ser aceptada por el patriarca―Emocionada, Aridna tomaba sus cosas y emprendía el viaje hacia el santuario.

Al llegar al santuario, Ariadna descubre, con ojos de horror, las instalaciones totalmente destruidas y deserticas, como una autentica zona de guerra.
Decide subir las doce casas hacia el templo del patriarca y mientras sube casa por casa, se percata de que todas y cada una de las casas antes custodiadas por caballeros dorados estan vacias y desoladas.
Con profunda tristeza, Ariadna comenzaba a imaginar lo peor, hasta que llega al templo del patriarca donde se encuentra a un hombre vestido con la tunica blanca y el casco característico del patriarca, al saludarlo, Ariadna nota que la voz del patriarca es de una persona muy joven…

―Buenos dias, gran patriarca―se inclinaba ante el jerarca del santuario, quien se encontraba ordenando algunas cosas y algo agitado.

―Buenos dias―seria y amablemente, responde a Ariadna sin dejar de hacer lo que estaba haciendo.

―Soy Ariadna, la aprendiz del caballero de Sagitario―seguía observando al patriarca ,quien al escuchar el nombre de Ariadna, se detiene.

― ¿Ariadna, dijiste? Ya veo…―el semblante del patriarca se tornaba un poco triste.

―Si, vengo a convertirme en santo de Athena, por fin he superado el cosmos del séptimo sentido―decía aún llena de emoción.

El patriarca enmudecia ante las palabras de Ariadna, hasta que este se da la vuelta y se retira el casco que protegía su rostro, revelando a Ariadna quién era.

― ¡Shi… Shion de Aries!, pero, ¿usted qué hace aquí, ¿por qué está usando la túnica sagrada del patriarca?―preguntaba al joven patriarca muy agitada y anonadada.

―Asi es, soy Shion. Tengo algo que decirte, quizá no sea de tu agrado―se sentaba en el trono del salón.

―Lo escucho―la chica se colocaba de pie.

―La guerra santa contra Hades ya ha terminado, pero…―lo interrumpe la joven.

― ¡Eso es estupendo! ¿Por fin ha ganado Athena? Excelente, ahora si podré ver a mi maestro― En su mente, aun guardaba esos recuerdos de amistad y aprecio que sentia por el caballero, pero al paso del tiempo, eso se convirtió en amor.

―Escucha, la guerra santa fue ganada por Athena, sí, pero nos han costado muchas vidas poder ganar― Shion pedia que no interrumpiera la joven y lo dejara hablar.

― ¿Muchas vidas?― se tornaba seria

―Todos los caballeros de oro, así como Athena, Tenma y los demas caballeros de plata, murieron en esta guerra, los unicos que quedamos con vida fuimos Dohko y yo, ahora, Dohko vigilará las cinco montañas de Rozan, mientras yo fui encomendado por Athena como el nuevo patriarca del santuario―explicaba el tibetano muy serio a la chica.

Tras lo que ha escuchado de palabras de Shion, Ariadna no dice cosa alguna, solo un mar de lágrimas comienza a descender de sus ojos, mojando el piso del palacio del patriarca. Tras haber escuchado tan tristes palabras, esta se levanta sin decir nada y se retira de la cámara del patriarca sin siquiera despedirse de él.

―Ariadna…―Shion mencionaba el nombre de la joven, cuando esta ya habia atravesado las puertas que conducen a las escaleras hacia la casa de Piscis.

En las escaleras que conducen de Capricornio a Sagitario, Ariadna mencionaba en su mente los nombres de aquellos a quienes tanto habia amado, respetado y admirado…

―¿Por qué no me dejaron ayudarlos?, si tan solo me lo hubieran permitido, a lo mejor la historia sería diferente―lloraba amargamente ella, mientras descendía de las doce casas.

Asi, la Ariadna del presente observaba cómo es que ella habia recibido la tan triste noticia de la muerte de los seres que más amaba, y esta abandona lenta y tranquilamente el solitario santuario de Athena.
Cuando de repente, otro flashback vuelve a aparecer frente a Ariadna, transportándola a otro momento.

Mientras tanto en el presente…

Una joven de cabello rojo sangre y ojos rojos, aparece frente a Ikki de Fénix en la casa de Géminis, donde este estaba desde que llegó al santuario.

Capítulo X: El hielo comienza a derretirse.

Algunos minutos habían pasado tras el inicio de una difícil batalla entre Death Mask, Caballero Dorado de Cáncer e Irene, Berserker Elemental de Aire.
El caballero de Cáncer está en serio apuros tras haber sido atrapado por un anillo plateado que Irene había lanzado desde la profundidad de Yomotsu para evitar caer hacia el reino de los muertos, el Inframundo.
La batalla se tornaba más difícil para ambos, debido a que cualquier especie de daño sería capaz de herirlos, pues el anillo dividía el poder y daño para los dos, simulando la unión del matrimonio. Tal anillo tendría atrapado a ambos para siempre, a menos que alguno de los dos muera bajo el dicho «Hasta que la muerte nos separe». Irene habia tomado la decisión de atacar a Death Mask para así dañarlo sin importar que ella sufriera los mismos ataques y muriera junto al caballero Atheniense.
Por otra parte, Death Mask no encontraba forma de liberarse de la presion que ejercía el anillo sobre su pierna, aun así, este seguía siendo dañado por la berserker elemental, pues ella no se detendría hasta cumplir su objetivo: eliminar a Death Mask aunque le cueste su propia vida.

―Vamos, algo se me tiene que ocurrir― Death Mask se intentaba levantar sin exito ante las múltiples heridas que había recibido a lo largo de la batalla.

― ¡¡ROMPE VIENTOS!! ― Irene vuela por todo Yomotsu dañándose junto al italiano.

― ¡¿Acaso no sabes hacer otra cosa?! ¡¡ONDAS INFERNALES!! ― Death Mask olvidaba que su propio ataque se regresaría a el, cayendo una vez más al suelo junto a la chica.

―Ja, ja, ja… Caballero, tú… no lo conseguirás― Irene, tirada en el suelo severamente herida, escupía boca abajo burlándose de los intentos fallidos de Cáncer.

― ¡Maldición! ¿Qué puedo hacer? Vamos, Death Mask, ¡algo se te debe ocurrir! ― Cáncer gritaba a los cuatro vientos mientras convalecia por sus heridas.

―No logras verlo caballero, pero este sufrimiento que tu y yo estamos sintiendo, es tan solo una prueba de lo que le espera a tu diosa Athena, a los demás caballeros… y a los humanos. Lo siento, pero ya no hay vuelta atrás― la de cabellos verdes lanzaba de nuevo su rompe vientos.

― ¡AAAARRRGGGH! ―recibía el ataque nuevamente ―Eres una estúpida… Y dime, ¿tu qué ganas con morir aquí? ¿Acaso tu misión es morir llevándote contigo a uno de los doce caballeros dorados? q¿Qué ganas tú? ― el caballero repetía su pregunta mientras las piernas se le doblaban intentando resistir en pie.

― ¿Qué gano yo? ―su rostro forma una expresion de angustia y reflexión, así como si Irene se hubiese dado cuenta de algo―Yo… solo soy un peón de Ares- en el piso, Irene bajaba la cabeza recostándola en el frío relieve de Yomotsu, mietras las lágrimas de decepción comenzaban a mojar su rostro.

― ¿Lo ves? Estás aquó por nada, solo conseguirás matarnos para que al final no logres disfrutar tu victoria sobre Athena― Death Mask se agarraba la pierna derecha tratando de calmar su dolor que cada vez se hacía más agónico― ¡Vamos! Toma una decisión, ¿continuarás con esta batalla o definitivamente quieres matarte a ti y a mi en vano? ―observaba a lo lejos a Irene quien no se movia.

―Yo… ya estoy aquí y no me arrepiento, sé que mi señor Ares cumplirá su promesa― Irene se levantaba lenta y batallosamente.

― ¿Promesa? Sí que eres una ingenua, Ares es el dios de la Guerra, es violento, no le importa absolutamente nada más que ganar a toda costa sin interesarle los sacrificios que tenga que hacer… Tú eres uno de esos sacrificios, morirás y al final no serás recordada por nadie― el caballero caminaba muy lentamente hacia Irene, cayendo al suelo repetidas veces y volviéndose a levantar igualmente.

― ¡No quiero escucharte más! Cállate, cállate, ¡CÁLLATE! ― la joven se agarra fuertemente la cabeza y el cabello girandola negándose con rápidos movimientos.

―Maldición… Sé que me arrepentire de esto, ¡¡ ONDAS INFERNALES!! ― el de la armadura dorada usa su tecnica contra sí mismo, elevando al máximo su cosmos en su pierna, de tal forma que en todo el santuario se logra sentir la furia del hombre.

Utilizando sus Ondas Infernales sobre su pierna atrapada con el anillo de plata de Irene, logra aumentar el tamaño de su pierna derecha ejerciendo una fuerte presion con todo su cosmos sobre el anillo de plata destruyéndolo por completo y liberandolo de Irene.
Sin embargo, la pierna del ateniense comienza a sangrar demasiado, pues esta ha recibido un daño tan grande por todo el tiempo que esta estuvo presionada por el anillo y por si fuera poco, logró fracturarse por la cantidad de energía usada.

― ¡AAAAAAARRRGGG! ¡MI PIERNA! NOOOO, ¡AARGG! ―el hombre daba vueltas de dolor tirado en el piso formando grandes charcos de sangre.

― ¡Noooo! ¿Cómo pudiste destruir el anillo? ¡No puede ser! ― Irene no podia levantarse del suelo y observaba el rictus de dolor del caballero protector de la cuarta casa de santuario.

Death Mask se levantaba batallando como nunca, e intentando hacer a un lado su dolor, con ambas piernas débiles y doblándose gradualmente, este alza su brazo derecho gritando y apuntando hacia Irene:

―¡¡ONDAS INFERNALES!! ¡MUEREEE! ― grita a Irene con toda la energía restante.

Las ondas infernales se acercan lentamente hacia la berserker de Aire iluminando su asustado rostro, mientras más se acercaban hacía ella, la chica susurraba sus últimas palabras: ―Máscara de Muerte… Tenías razón, no seré recordada ni por Ares ni por nadie… Pero al menos quizá tu me recuerdes si sobrevives a esta guerra santa. Al menos… tú te has ganado algo… Serás recordado por mí desde el infierno o a donde tenga que ir. Gracias.

Irene es golpeada por las Ondas infernales del caballero de oro con toda sus fuerzas, haciéndola pedazos instantáneamente, sin dejar rastro alguno de ella, solo su alma que abandonaba su cuerpo dirigiéndose caminando lenta y cabizbajamente hacia el abismo de Yomotsu.

Ante la mirada de Mascara de Muerte y al observar que ha eliminado por completo a Irene, este vuelve rápidamente a la casa de Cáncer, desapareciendo de la colina inmediatamente

― ¡AAARRGG! ¡Mi pierna! ― el hombre estaba herido gravemente en todo su cuerpo, sin embargo solo sentía el agonizante dolor que le causaba su pierna derecha.

― ¡Death Mask! ― Aioria de Leo corría rápidamente hacia el herido caballero quien caía en el piso de la cuarta casa.

―Aioria…―el hombre cae en los brazos del leonino, empezando a perder la conciencia.

―Amigo, no te preocupes, te llevaré hasta Athena para que cure tus graves heridas.

―Pero, Aioria, ¿qué haces aquí?- los ojos de Death Mask comenzaban a cerrarse lentamente mientras es sostenido por el joven Leo.

―Senti tu cosmos arder, por eso vine a ver qué pasaba―Aioria observa que su compañero ya está inconciente, ante esto, carga al caballero y se dispone a llevarlo hacia Athena.
En Londres…

―Un cosmo aliado ha desaparecido― Alalá pensaba tranquilamente mientras permanecía sentada en un comodo sillón blanco en una de las habitaciones del complejo de Ares―. Ese cosmo pertenecía a Irene de Aire… Con su muerte, ahora solo quedan dos berserker elementales―la de cabellos rojos cruzaba las piernas en una posicion de reflexión―. Diana de Agua e Iris de Fuego… El plan de Enio parece estar funcionando, Ares siente que está perdiendo la batalla y esto está provocando aun mas sus instintos caracteríssticos―observando su alrededor, sonreía la mujer.

En eso, la grande puerta doble de la habitacion de Alalá se abre, entrando caminando una joven de cabello aguamarina y ojos azul celeste.

―Señorita Alalá, ¿usted me ha mandado llamar? ― la joven se inclinaba ante la presencia de la oji-roja.

―Así es, Diana de Agua, tengo un trabajo de Ares para ti―Alalá se colocaba de pie, dando la espalda a Diana y caminando hacia un grande ventanal de la habitación.

―Diga usted la orden que el señor Ares me ha dado, y con gusto cumpliré― la chica permanecía en la misma posición, observando el lento caminar de la otra dama.

―El señor Ares te ha ordenado que elimines al caballero de hielo, Hyoga de Cisne, así que largo de aquí y cumple la orden de nuestro señor Ares―cruzada de brazos, Alalá engrosaba su voz con tinte de superioridad hacia Diana.

―No se preocupe señorita Alalá, yo, Diana, Berserker Elemental del señor Ares cumpliré con mi misión sin ningun contratiempo. Por favor, dígaselo a mi señor Ares―la berserker se levantaba, abandondando la habitacion de la peli-roja y cerrando las dos grandes puertas dejándola sola.

―Ja, ja, ja, estúpida. Lo que tu no sabes es que solo eres un peón mas de la señorita Enio. Dudo mucho que logres eliminar al caballero Hyoga, pero veremos cómo te va…―con una sonrisa de oreja a oreja, Alalá reía fuertemente generando ecos en la habitación.
En la casa de Aries…

―Espero que Máscara de Muerte esté bien. Kiki, ¿qué es lo que sabes? ― Mu preguntaba a su joven y pelirrojo alumno desde el interior de la casa de Aries en donde permanecía sentado.

―Usé mi teletransportación para saber qué sucedia, y cuando llegué a Cáncer vi a Aioria de Leo cargando en brazos a Máscara de Muerte inconciente, creo que tuvo una fuerte batalla―Kiki estaba sentado frente a Mu explicando lo que había observado.

―Ya veo… justo como lo supuse, alguien perteneciente al ejército de Ares ha logrado penetrar en el santuario, pero, ¿cómo demonios lo ha logrado sin que nadie se haya dado cuenta? ― Confundido, el caballero de oro se preguntaba a sí mismo mientras Kiki escuchaba.

―Creo, señor Mu, que debemos huir del santuario junto con Athena y protegerla, ¿no cree? ― Kiki proponía al caballero de Aries.

―Quizá sea una buena idea, pero solo sería una solución temporal, ya que Ares tiene muchas formas de encontrar a Athena donde quiera que esté― Mu se ponía de pie, dirigiéndose hacia la entrada del templo de Aries observando el atardecer y el reloj de las doce constelaciones del zodiaco, que marcaba el termino de la novena hora desde que fue encendido por Ariadna y su flecha roja, ahora el fuego de Capricornio comenzaba su cuenta regresiva.
En Acuario…

―Vamos Hyoga, tienes que hacer más frío, rápido y poderoso tu aire, ¡¡POLVO DE DIAMANTES!! ― Camus atacaba a su alumno.

―Maestro Camus, no te defraudaré y juro que conseguiré el control total del cero absoluto, ¡¡RAYO DE AURORA!! ― Hyoga esquivaba rápidamente el polvo de diamantes de Camus y golpeaba al mismo, haciéndolo caer al piso.

―Eso es Hyoga, pero aun te falta para lograrlo ―el francés se levantaba con algunos rasguños provocados por el caballero de Cisne.

―Camus, dime, por favor, ¿qué tengo que hacer para poder acercarme al cero absoluto? ―El rubio se acercaba a su maestro para darle la mano y ayudarlo a levantarse.

―Solo tienes que dar todo de ti en tu ataque, mientras más empeño y determinación pongas en ese último ataque, más frío y poderoso será― dentro de sí comenzaba a sentir un cosmos desconocido acercarse rápidamente hacia la casa de Acuario, sin decirle absolutamente nada a Hyoga.

―Camus, ¿qué sucede?, te noto raro ― Hyoga preguntaba al caballero de Acuario tras verle con una expresión más seria de lo normal.

―No es nada, Hyoga…―los dos hombres observaban la puerta de la casa de Acuario que daba hacia Piscis, notando que se acercaba Seiya.

―Seiya, ¿qué haces aquí?― Preguntaba el siberiano.

―Athena me ha mandado hacia aquí a decirles que vayan hacia el templo al final del santuario, en la estatua de Athena, ella quiere verlos a ambos― Seiya se acercaba dándole la mano a Hyoga para saludarlo.

―Seiya, vamos tu y yo con Athena, Hyoga tu quedate aquí y vigila la casa de Acuario mientras yo no esté―el caballero de oro tomaba a Seiya de la espalda dirigiéndolo hacia la salida del penúltim templo, acompañándolo y dejando a Hyoga atrás.

―Pero Camus, Athena quiere verlos a los dos―Seiya reclamaba mientras Camus no lo dejaba regresar hacia Acuario.

―No te preocupes, Pegaso, yo le explicaré a Ahena por qué decidí dejar a Hyoga en el templo, lo escucharás cuando lleguemos―Seiya y el otro caballero comienzan a subir las escaleras hacia la casa de Piscis.

Maestro… ¿por qué no has querido que yo vaya con ustedes? ― Hyoga regresaba a la sala principal del templo de Acuario pensando en la decisión de su maestro.

De pronto la voz de una mujer comienza a escucharse, alzándose luego en carcajadas sonoras.

―Con que tu eres ese caballero, Hyoga, al que me ha sido encomendado matar― la mujer estaba recargada en un pilar del templo.

― ¿Quién eres? ¿Dónde estás?―el rubioobservaba todo su alrededor, tratando de localizar la voz.

―Me llamo Diana, soy berserker elemental de Ares, un gusto concerte, caballero cisne―la mujer permanecía en el mismo pilar, revelando a Hyoga su ubicación mientras esta estaba cruzada de brazos.

―Diana… Berserker de Ares…¿cómo es que has entrado tan fácilmente al santuario? Y mas aun, ¿cómo has llegado con tanta facilidad hasta la onceava casa? ― el cisne observaba cuidadosamente a Diana que no se inmutaba.

―Nosotras, la berserker, podemos suprimir nuestro cosmos, impidiendo que nadie pueda sentirlos aunque estemos a un metro de distancia, caballero, esa es tu respuesta―Diana observaba detenidamente el interior de la casa de Acuario, fascinándose con la arquitectura.

―Muy bien, creo que nos entendemos, ¿qué has venido a hacer aqué? ―Hyoga se acercaba muy lentamente a Diana en posición defensiva.

―Creo que sabes perfectamente que no he venido a jugar a las muñequitas contigo, caballero― Diana reía contestando sarcásticamente.

―Entonces vienes por la cabeza de Athena, ¿cierto? ―el hombre juntaba sus brazos y abría sus piernas para comenzar a preparar su polvo de diamantes.

―Exacto, sí vengo por la cabeza, pero no de Athena, si no de la tuya― la berserker separaba sus brazos formando una cruz.

―Ya veo, entonces te doy dos opciones, regresa por donde viniste o te atacaré con mi polvo de diamantes, y morirás― advertía con voz fuerte a la berserker.

―Creo que tomaré la primera opción, caballerito, ¡¡FURIA DEL HURACAN!! ―Diana se movía rápidamente, lanzando una ola de agua a toda velocidad sobre Hyoga.

―POLVO DE DIAM… AARRGG―Hyoga es sorprendido por el rápido ataque de la berserker, provocando que no lograra lanzar su polvo de diamantes sobre la joven.

―Ja, ja, ja, no podrás si quiera golpearme, caballero, soy la berserker elemental mas rápida de las doce― Diana daba vueltas por toda la casa de Acuario, saltando de pilar en pilar a toda velocidad sin que Hyoga pudiese verla.

―Veo que eres fuerte, pero aun asi no será facil para ti vencerme, ¡¡POLVO DE DIAMANTES!!―Cisne lanzaba su ataque repetidas veces a todos y cada uno de los pilares esperando golpear a Diana pero sin éxito.

―Ridículo, tus ataques los veo en cámara lenta, caballero, con esa velocidad solo lograrás debilitarte y quedar a mi merced―Diana observaba con lentitud cómo los ataque de Hyoga congelaban los pilares de Acuario en los que Diana ya habia saltado segundos antes― ¡Toma esto! ¡¡ FURIA DEL HURACAN!! ― la mujer lanza su ataque a toda velocidad a Hyoga logrando tumbarlo y revolcándolo por toda la casa de Acuario.

―¡AAARRGG! ― El aprendiz de Camus permanecía en el suelo con algunas heridas, mientras se disipaba el agua que había generado el ataque de Diana.

―Mi ataque es la furia de todo el mar reunida en una ola de agua, es como si toda el agua que el planeta Tierra contiene cayera sobre ti con toda su fuerza, créeme: un ataque más y morirás. Así que es preferible para ti que ya no te resistas y esperes tu muerte― Diana se acercaba a Hyoga que permanecía en el suelo inmóvil.

―Diana, si algo he aprendido a lo largo de mis batallas, es que un mismo ataque quizá sí funcione dos veces, pero más ya no―Hyoga se levanta lanzando una patada a Diana quien logra esquivarla fácilmente― ¡¡RAYO DE AURORA!! ―el cisne hace el característico moviemiento de pies, brazos y cuerpo lanzando su aire congelado con una velocidad aun más rapida de lo normal, logrando golpear levemente a la berserker.

―Ja, ja, ja, iluso, apenas y lograste golpearme y eso no será suficiente, necesitas mucho, muchísimo más para vencerme, ¡¡FURIA DEL HURACAN!! ― Diana lanzaba su ola una vez mas hacia Hyoga.

―Te lo dije, no funcionará una vez mas ese truco conmigo, ¡¡ RAYO DE AURORA!! ―el caballero ataca la ola generada por Diana congelándola por completo y dejando atrapados en el hielo los pies de Diana.

― ¡QUÉ! Maldición, has congelado mi agua ― la mujer forcejeaba el hielo que atrapaba sus pies sin tener éxito en poder liberarse.

―Es inútil, este hielo solo lo podrás romper si logras superar mi frío cosmos―Hyoga se acercaba a Diana.

―Ya veo, entonces como yo no manejo un cosmos de hielo… Supongo que no podré liberarme, ¿verdad, Hyoga? ― Con una tenue sonrisa en la cara preguntaba la chica, mientras observaba el hielo que había congelado su ola de agua.

―Así es, ríndete o morirás―el rubio exclamaba en tono de advertencia.

-Creo que no tengo opción, usaré mi mejor arma, ¡¡BACULO DE LOS 7 MARES!! ― Detrás de Diana aparece la silueta del dios Poseidón lanzando su tridente hacia el caballero ―Hyoga, prepárate porque sufrirás la ira del mar golpearte siete veces, cada golpe sera la ira de cada mar y océano en la Tierra. Toma el primer golpe, ¡¡FURIA DEL PACIFICO NORTE!! ― Hyoga cae al suelo tras el fuerte impacto generado por el primer golpe sobre su persona.

― ¡AARRGG! ― Hyoga sufría en el piso de dolor.

―Toma el segundo golpe, ¡¡FURIA DEL PACIFICO SUR!! ― Diana lanza el segundo golpe mientras esta lograba romper el hielo que la atrapaba.

― AAARRG ― Una vez mas caía al piso tras otro duro golpe.

―Tercer golpe, ¡¡FURIA DEL OCEANO INDICO!! ― Diana observaba cómo Hyoga sufría por sus míltiples ataques―Cuarto golpe, ¡¡FURIA DEL OCEANO ANTARTICO!! ― El cosmo del caballero comenzaba a desparecer―Quinto golpe, ¡¡FURIA DEL OCEANO ARTICO!! ―desde el suelo, cisne susurraba algunas palabras, mientras Diana gritaba el sexto ataque―Sexto golpe,¡¡ FURIA DEL ATLANTICO NORTE!!- Un severo golpe acesta en el hombre.

―Maestro Camus… perdóname por fallar de esta forma ―Hyoga, indefenso, esperaba el último golpe de Diana que acabaría totalmente con él.

―Bien, llegó tu hora, ¡MUERE! ¡ULTIMA FURIA DEL ATLANTICO SUR!! ― Diana lanza el ultimo ataque a Hyoga, quien ya no tenia fuerzas para resistir un ataque mas. El final se acercaba.

Capítulo IX: Recuerdos del pasado.

Tras el despertar de Afrodita, en el santuario Athena ha percibido la presencia de la diosa junto a los otros dos dioses menores; Eros y Anteros. En un estado de aparente calma, la diosa Athena ha mandado llamar a Shaka de Virgo una vez mas, quien ya se había recuperado de su pequeño y desagradable encuentro con Amelie.

―Señorita Athena― Shaka entra al hall del palacio de la deidad.

―Shaka…― la chica cae en llanto ante la presencia del caballero de Virgo.

―Athena… Ya te has dado cuenta― Shaka se acerca hacia Athena consolándola mientras este miraba hacia el techo con resignación.

―¿Acaso fallaré en mi mision como diosa, Shaka? ― la de cabello lila cuestionaba a Shaka sobre su rendimiento como protectora.

―Athena, todo tiene un inicio y un final… Quizá este sea el final después de todo―El rubio tomaba a Athena de los hombros.

―No, me niego a dar por perdido todo, nuestros caballeros han acabado ya con nueve berserker de Ares, sin embargo nosotros ya perdimos a nuestro patriarca― Athena lloraba en los hombros de Shaka.

―Entiendo tu postura Athena, y juro que daré mi vida por ti y por la Tierra hasta en mi ultimo aliento y hasta donde mi cosmos ya no pueda arder mas― Shaka tomaba de los pómulos a Athena quitándole las lagrimas con sus pulgares.

―Shaka tiene razón, Athena, no debemos darnos por vencidos, Ares ha perdido a mas miembros de su ejercito que nosotros, la esperanza es lo ultimo que debe morir― Saga de Géminis entraba hacia las inmediaciones del virginiano y Athena.

―¡Saga!- los ojos de Athena se iluminaban al ver la entrada del caballero de oro de la tercera casa.

―Ares perderá esta guerra que él creó, y para eso juré dar todo de mi desde el momento que me convertí en caballero―Saga se hincaba frente a Shaka y Athena quienes estaban en el piso.

―Espero que seas escuchado por mi padre Zeus, Saga― Athena se levantaba con ayuda de Shaka.

Mientras tanto, en la casa de Cáncer del santuario…

―¡Maldición!, que aburrido estoy, espero que la maldita guerra empieza ya― Death Mask daba vueltas por toda la casa de Cáncer que el protegía sin ánimo―. Athena no me ha dado ninguna orden y a los demás caballeros si… Esto es injusto― el canceriano golpeaba uno de los pilares de la casa destruyéndolo por completo.

―Entonces veo que quieres emoción―una chica encapuchada cruzada de brazos recargada en un pilar de del templo le hablaba suavemente a Death Mask.

―¿Eh?, ¿y tu quién eres y qué haces aquí?― Death Mask volteaba rápidamente hacia la chica.

―Soy Irene de Aire, berserker elemental de Ares y he venido a hacerte una propuesta del señor Ares― La chica se acercaba cautelosa a Death Mask quitándose la capucha y dejando ver sus ojos verdes con cabello de igual tonalidad.

―¿Ah si? ¿Y qué tipo de propuesta? Contesta rápido antes de que te mate― Cáncer se ponía en posición ofensiva hacia Irene.

―Simple, únete al ejercito de Ares y obtendrás mas poder, aparte que no morirás junto a los demás caballeros de Athena y la misma Athena― Irene le extendía la mano al caballero del cuarto templo.

―… Suena jugosa esa oferta, pero… Mi respuesta es no, ¡ONDAS INFERNALES!!― Al rechazar la oferta de Ares, Death Mask ataca a Irene.

―Estúpido, ¡ROMPE VIENTOS!!― Irene deshace las ondas infernales de Death Mask con una técnica de aire que logra atravesar todo lo que toca, tumbando al caballero de oro.

―Vaya, al parecer tendré algo de diversión, jajaja, ¡ONDAS INFERNALES!!―Death Mask ataca repetidamente a Irene con su técnica resultando inútil en todos los intentos ya que ella lograba deshacer las ondas con su técnica de aire.

―Idiota, ¿no ves que tus técnicas no son útiles contra mi?, toma esto, ¡ROMPE VIENTOS!!― Irene manda a volar al caballero por toda la casa de Cáncer destruyendo varios pilares.

―¡Maldición! Es fuerte jajaja, eso me gusta, ¡CAPAS DEL ESPÍRITU!!- Death Mask golpea a Irene haciendo desaparecer la casa de Cáncer y apareciendo ambos en Yomotsu.

―Ohh, ¿y este lugar qué se supone que es?― Irene observa su alrededor cómo caminan las miles de almas hacia el poso Yomotsu.

―Este lugar será tu tumba, o mejor dicho será tu camino hacia tu tumba, jajaja― Death Mask señalaba hacia el pozo riendo burlescamente.

―Interesante… Y dime, ¿acaso ese lugar me llevará al Inframundo y no podré regresar con vida si caigo ahí?― Irene preguntaba intrigada observando el gran agujero.

―Así es, pero no te preocupes, yo mismo me encargare de que tu alma vague por toda la eternidad en este lugar con esto, ¡ONDAS INFERNALES!!― Death Mask ataca a Irene intentando sacarle el alma de su cuerpo.

―Parece que no entiendes que tu técnica no sirve conmigo, ¡ROMPE VIENTOS!!― Irene responde el ataque deshaciendo las ondas infernales de una vez más.

―Perfecto, ¡te tengo!, ¡eres mía!―el caballero corre hacia la espalda de Irene tomándola con sus dos brazos inmovilizándola.

―¿Qué?, ¡esto fue una trampa! ¡MALDITO!― La oji-verde forcejeaba fuertemente intentando liberarse.

―Te arrojaré personalmente al Yomotsu, jajaja―Death Mask arroja al pozo a Irene haciéndola caer sin remedio.

Sin embargo, mientras Irene caía y su cuerpo lentamente dejaba de ser visible, un fuerte grito se escucha desde el fondo del oscuro agujero que guiaba hacia el Inframundo-

―¡ANILLO DE PLATA!!― Una silueta redonda asciende desde el Yomotsu atrapando el pie derecho de Death Mask.

―¡Qué!, ¿maldita, qué has hecho?―el italiano intentaba quitarse en anillo que apretaba fuertemente su pie sin lograr sacárselo de encima.

―AJAJA, ¿creíste que seria tan fácil de vencer, Death Mask?―Irene comenzaba a subir lentamente desde lo profundo del pozo.

―¿Pero qué? ¿¡cómo es posible que estés subiendo desde Yomotsu!? ¡ARRGHH!― El anillo de plata comenzaba a apretar cada vez mas la pierna del caballero de Cáncer.

―Esta técnica se llama Anillo de Plata y su efecto es como el anillo de compromiso― Irene terminaba de subir a la  superficie donde estaba Death Mask.

―¿Qué dices? ¿Anillo de compromiso?― Death Mask comenzaba a debilitarse ante el dolor que le causaba lo apretado del anillo en su extremidad.

―Así es, mientras yo esté viva y haya usado esta técnica contigo, jamas podrás separarte de mi, como si fuéramos esposo y esposa, este anillo nos esposará hasta que uno de los dos muera, jajajaja― Un anillo de plata comienza a aparecer en la pierna izquierda de Irene.

―¿Con que esposos, eh? Qué técnica tan mas cursi y estúpida he escuchado… ¡ONDAS INFERNALES!!―el caballero se levanta intentando derribar a Irene logrando derribarse ambos―¡¿Pero qué rayos?!― Tras caer al suelo junto con Irene, ambos resultan heridos.

―Así es, atácame todo lo que quieras, el daño será para los dos y el doble de poderoso, recuerda que ahora estamos unidos hasta que la muerte nos separe, tu dolor será mi dolor, mi fuerza será tu fuerza, estás perdido caballero de oro, jajaja―Irene lanzaba su Rompe vientos, derribándose ambos y resultando aun mas dañados.

―Estúpida, ¿por qué me atacas si sabes que tu también te dañarás?―Death Mask intentaba levantarse observando a Irene tirada en el suelo.

―Mi mision es acabar contigo me cueste lo que me cueste, así sea mi propia vida―Irene lanzaba de nuevo su técnica hiriéndose mas ella y al caballero.

―Maldición, si sigue nos matará a ambos. ¡Debo hacer algo!―el hombre intentaba zafarse el anillo de plata que apretaba su pierna y la de Irene.

 En algún lugar del planeta Tierra…

―Mi señor Ares, ya estamos aquí― Alalá se inclinaba junto a Ariadna ante el dios de la guerra.

―Espero que hayan cumplido la tarea que les encomendé― Ares desde su trono observaba a ambas jóvenes.

―Así es, señor, la diosa Afrodita ya está entre nosotros y no ha venido sola― Ariadna con la mirada hacia abajo respondía.

―Y bien, ¿en dónde está? No siento su cosmos― Deimos interrumpía.

―Señorita Afrodita, pase― Alalá le dirigía la voz hacia la diosa quien se encontraba afuera de la habitación real de Ares.

La radiante rubia de ojos azules se acercaba lentamente junto a Eros y Anteros custodiándola desde su espalda. La diosa junto a los seres alados se arrodillan ante Ares.

―Ares, tu me has traído hasta la Tierra junto a nuestros hijos Eros y Anteros― La diosa arrodillada cita al dios.

―Afrodita, levántate y siéntate a mi lado, que desde aquí crearemos el mundo que siempre quisimos para nosotros― Ares se acerca a Afrodita levantándola y guiándola hacia el trono vació cercano al de él.

―¡Madre!― Fobos y Deimos se arrodillan ante la presencia de Ares y Afrodita.

―Fobos, Deimos, Eros, Anteros, Ares, estamos juntos de nuevo― Afrodita hacia lucir su hermoso rostro con una sonrisa ante la presencia de sus hijos y Ares.

―Athena es nuestra enemiga ahora y debemos acabar con ella. Ariadna, Alalá, retírense― Ares ordenaba a las dos chicas.

―Sí, mi señor― Ambas se retiraban le la habitación real dejando solos a los dioses.

―¿En dónde se supone que estamos, Ares?― Afrodita observaba la habitación preguntando suavemente.

―Estamos en la Abadía de Westminster en Londres, Inglaterra, aquí es donde nosotros como dioses permaneceremos hasta lograr la victoria ante Athena.

―Ya veo, este es un lugar hermoso, digno de dioses como nosotros― Afrodita elogiaba el lugar dándole una mirada.

―Madre, ha pasado mucho tiempo desde que todos estuvimos dormidos, es hora de reformar esta tierra corrupta― Deimos cerraba su puño fuertemente.

―Así es, y juntos desterraremos a Athena de esta Tierra―Fobos concluía.

―Juntos como una familia por primera vez― Eros daba vueltas por toda la habitación volando con sus pequeñas alas,

―A veces hay que sacrificar el amor para lograr un bien común― Anteros remataba.

―¿El amor? Yo no conozco eso― Ares observaba al pequeño dios alado.

―El amor es lo mas bello que la vida puede brindar a toda forma de vida― Afrodita observaba a Ares tomando su brazo.

―Interesante… ¡PERO ESTÚPIDO!― Ares se levanta enfurecido de su trono observando con sus rojos ojos a Afrodita―EL AMOR NOS LLEVARA A LA PERDICIÓN SI JUGAMOS CON ÉL, ESA SERÁ LA CAUSA DE LA DERROTA DE ATHENA, PERDERÁ ESA GUERRA POR  COMETER EL PEOR PECADO… ¡AMAR!― Ares gritaba enfurecido en la sala principal de su templo en Londres.

Fobos, Deimos, Eros, Anteros y Afrodita observaban temerosos la ira de Ares, quien comenzaba a desprender su cosmos alrededor de la abadía. Un cosmos rojo que emanaba ira, poder y jerarquía como dios de la guerra. El terrible cosmos de Ares incluso se ha sentido en el santuario, donde Athena, Saga y Shaka continuaban hablando.

Por otro lado tras el enojo de Ares, todo vuelve a la calma, dejando mudos a los dioses que lo acompañaban.

―Entiendo Ares, jajaja, tu serás quien gobierne este nuevo mundo― Afrodita cruzaba las piernas sentada en su trono.

―El amor no es el camino que debemos seguir, la guerra y destrucción será nuestro sendero, el derramamiento de sangre será nuestra fuente de vida, jajaja, esto será muy divertido― Ares tomaba asiento nuevamente.

―Jajaja, no recordaba haberte visto tan enfurecido, padre― Fobos cruzaba los brazos mientras observaba a su padre.

―Athena debe estar muerta de miedo en este momento, ahora ya no hay nada que pueda salvarla de su terrible destino―Deimos aplaudía haciendo resonancia en todo el cuarto.

Afuera de la habitación real de Ares y los demás dioses, en otra habitación lejana…

―¿Sentiste eso?―Ariadna preguntaba a Alalá.

―¡MI SEÑOR ARES, LA GUERRA ROMPERÁ LOS LAZOS POR FIN JA, JA, JA!― Alalá gritaba emocionada tras escuchar la ira de Ares.

―Ja, ja―Ariadna reía nerviosa ante la respuesta de Alalá.

―Por fin esta guerra empieza a volverse violenta, y nuestro señor Ares empieza a demostrar su furia y violencia que lo caracterizó desde tiempos mitológicos.

―Así es, incluso el mundo ya comienza a sufrir los desastres de la tercer guerra mundial― Esmeralda hacia acto de presencia frente a las otras dos fieles a Ares.

―Esmeralda, ¿qué te trae por aquí?― Ariadna pregunta observando a la rubia.

―Sentí que debo celebrar el grito de guerra de Alalá por nuestro señor Ares― tomando asiento.

―Ya quiero que el señor Ares me envíe al santuario a matar a los caballeros de oro― Alalá expresaba su sentir ansiosa.

―¿Por qué tanta prisa?― Esmeralda observaba con confianza a la peli-roja.

―Simple, nuestro señor Ares por fin ha empezado la lucha encarnizada de sangre, fuego, violencia, muerte y destrucción en esta Tierra, la hora ha llegado por fin y nuestra era comienza― Alalá lanza una llamarada de fuego al cielo.

―Ya veo, si es así, celebremos, ja, ja- Esmeralda gritaba junto a Alalá.

―Recuerdo el cielo negro de aquellas épocas mitológicas, donde los hombres lloraban sangre y se arrastraban en el suelo, donde la luz del sol no llegaba por quien ante ellos se postraba como el dios de la verdad, Ares― Alalá cerraba su puño fuertemente  augurando victorias para el ejercito de Ares.

―Deberías celebrar con nosotras, Ariadna― Esmeralda le extiende su brazo a una apacible y sentada Ariadna.

―Aun no hay nada que celebrar, han muerto 9 de nuestras berserker, no debemos confiarnos― Ariadna señalaba a Esmeralda tras la derrota que esta tuvo con la muerte de las primeras cuatro berserker.

―Ja, ja, ja, eran muy débiles, Ariadna, era lógico que murieran― Esmeralda se cruzaba de brazos dándole la espalda a Ariadna mientras le respondía.

―Podrán haber sido débiles, pero aun así fallaste en tu mision―Ariadna reclamaba a Esmeralda.

―Recuerda que muy aparte de las berserker elementales, estamos nosotras, cuya fuerza es muy superior a las elementales―Esmeralda se tronaba los dedos viendo hacia Ariadna.

―Afortunadamente estamos nosotras y la señorita Enio― Alalá interrumpía-

―¿Enio?― Esmeralda preguntaba a Alalá.

―Así es, Enio, la diosa de las batallas y la violencia aliada a Ares desde el mito― Ariadna respondía.

―Ella es quien desde un principio ha manejado la tercera guerra mundial de los humanos, ¿o acaso creíste que Ares se preocuparía por acabar personalmente con seres tan molestos como los humanos?― Alalá observaba profundamente a Esmeralda.

―Enio… Entonces hay mas dioses en esta guerra…―Esmeralda suspiraba ante tal noticia.

―Esta guerra ya hubiera terminado si el señor Ares así lo hubiese deseado desde un principio, pero hay algo en él que aun no lo hace despertar en el verdadero dios de la guerra y es el tiempo que le quiere dar a Athena para que recapacite y se una al señor Ares― Ariadna golpeaba un pilar de la abadía con fuerza.

―JA, JA, JA, nuestro dios aun sigue dormido, por eso me emocioné al escuchar la ira de Ares, porque mientras mas se estimulen sus instintos guerreros, mas cerca estará de despertar y de llevar a la destrucción total de la Tierra―Alalá levantaba ambos brazos en señal de victoria.

―Entonces… ¿Quién ha sido quien ha enviado a la muerte a las berserker rubí, acaso Ares?― Esmeralda preguntaba.

―Se nos a dado la orden de que las enviemos a matar a los caballeros de oro, pero el fin de enviarlas no es que los maten, es que ellas mueran ja, ja―Alalá daba respuesta a Esmeralda.

―¿¡QUÉ!?, entonces si Ares no ha dado la orden de enviar a las berserker… ¿Quién dio la orden?― Esmeralda comenzaba a enfurecerse.

―Enio― Ariadna responde.

―Para provocar la ira de Ares… Ya veo― Esmeralda se sienta en un sillón deduciendo sus conclusiones.

―Inteligente, ¿cierto? Jajajá― Alalá reía feliz.

―Enio es la diosa de las batallas y la violencia, ella tiene el don de armar y llevar a cabo las estrategias de una batalla para lograr la victoria.

―Ahora comprendo, entonces… Será algo muy terrible cuando el dios Ares despierte como tal―Esmeralda temblaba ante lo terrible que se avecina.

―No debes tener miedo, seremos nosotras quienes disfrutemos junto a Ares y los demás dioses la purificación de la tierra―Ariadna reía levemente.

―Esta conversación ya me aburrió, me retiro― Alalá se retira de la sala central de la abadía dejando solas a Ariadna y Esmeralda.

―Esa mujer, Alalá… ¿Por qué presiento que es muy poderosa?― Esmeralda se acomodaba el pelo tras su oreja.

―En efecto, es bastante poderosa, quien la enfrente correrá un terrible destino― Ariadna observaba la puerta por donde la peli-roja salió de la sala central.

―No parece tan poderosa― Esmeralda reía nerviosa.

―Por el momento no parece poderosa, pero ella obtendrá un gran poder cuando Ares despierte al 100%, será ahí cuando se vea su terrible poder.

―Y cuéntame de ti Ariadna, ¿cómo llegaste a formar parte del séquito de Ares?― Pese a haber traicionado a Ikki, Esmeralda no perdía su forma amable y cariñosa de dirigirse a las personas.

―Yo… No hablo de eso― Ariadna cortaba tajantemente la conversación.

―¿Pero por qué no hablas de eso? Vamos, algo tienes que decirme, al fin y al cabo pertenecemos al mismo bando, hay confianza, ¿no?― Esmeralda sonreía ante la mirada triste de Ariadna.

―Bueno, puedo ver en ti que aun tienes sentimientos, solo te diré una cosa, yo fui aliada de Athena en la guerra santa del siglo XVIII contra el dios Hades…―Ariadna se sentaba frente a Esmeralda recordando su historia.

―¿Aliada de Athena en el siglo XVIII? ¿Y cómo es que sigues viva? Y… ¿por qué peleas ahora contra Athena?― Esmeralda preguntaba bastante intrigada e interesada en la conversación.

―Yo fui guerrera de Athena, sin embargo nunca obtuve ninguna armadura, ante mi tristeza de no poder ayudar a Athena, decidí pelear por mi cuenta, pero los caballeros de oro de aquella época nunca me quisieron cerca… Con excepción de uno…―Ariadna recordaba profundamente aquellas épocas.

―¿Un caballero de los doce? ¿Quién fue ese caballero?― Esmeralda se ponía mas cómoda en el sillón.

―Fue el caballero de… De Sagitario, fue un gran hombre, el único de los caballeros de oro que logró entender mi desesperación por luchar a lado de Athena, pero los demás me lo prohibieron porque aun era muy joven para convertirme en guerrera, sin embargo aquel caballero me prometió que sobreviviría por Athena y por mi. Yo estaba profundamente enamorada de él, pero no supo cumplir su promesa y murió― Ariadna dejaba entrever en sus mejillas unas cuantas lagrimas caer.

―Qué triste historia, amaste a un caballero que al final murió por otra persona, comprendo tu dolor― Esmeralda tomaba los brazos de Ariadna.

―Mi dolor no es que él nunca haya sabido que yo lo amaba, mi dolor es que nadie me dejó pelear a lado de Athena y así poder evitar la muerte de Sagitario, por eso desde ese momento odié a Athena y sus santos. Años mas tarde, en mi soledad una persona se acerco y me ofreció servir a Ares, prometiéndome que obtendría venganza contra Athena y así poder ver una vez mas a aquel caballero. Nunca supe quién me propuso eso, pero yo acepte y me dio el Misofetamenos, una habilidad de supervivencia que impidió que yo muriera y así me mantuviera joven hasta el despertar de Ares― Ariadna explicaba a Esmeralda su historia.

―Interesante historia, nunca creí que alguien como tu llegara tan lejos por amor― Esmeralda jugueteaba nerviosa con sus dedos.

―¿Tu por qué estás aquí?- Ariadna cruzaba los brazos.

―Bueno yo… Fui traída a la vida por Ares y el me ofreció la vida a cambio de mis servicios, yo acepte por una razón, ver a Ikki y estar junto a él de nuevo― la rubia se tocaba su cabeza acomodándose el cabello.

―Ikki… ¿Es ese caballero de bronce de Athena, cierto?― preguntaba mirando a la oji-verde.

―Así es, yo le propuse unirse a Ares para que pudiéramos estar juntos de nuevo, pero él no acepto y tristemente ahora parece que somos enemigos― llorando la rubia contestaba.

―Parece que tenemos algo en común… Estamos aquí por amor― Ariadna se tocaba el pecho recordando al caballero de Sagitario mientras miraba al techo de la sala.

―En fin… A ver si logramos algo al final de esto, con permiso. Tengo cosas que hacer, nos vemos pronto, Ariadna― la rubia se ponía de pie retirándose de la sala central de la abadía de Ares.

En el santuario…

―¿Sintieron eso?― Saga pregunta observando alrededor del templo de Athena.

―Fue el cosmos de Ares, ¿qué habrá ocasionado su ira?― Shaka intentaba descifrar lo que momentos antes habían sentido.

―Athena, tu debes saber qué fue eso― El geminiano observaba a la diosa.

―Creo que Ares a manifestado su ira, percibí sus ardiente cosmos recorrer esta habitación y no solo aquí, si no todo el mundo― Athena observaba desde afuera de su templo el cielo.

―Saga, ¿ya observaste el reloj de las doce casas?― Shaka señalaba el reloj a Saga.

―¿Qué? Ya se han apagado 8 llamas, ya pasaron ocho horas desde que fue encendido, pero me pregunto por qué se prendieron las llamas―Saga confundido intentaba deducir qué sucedía.

―Supongo que algo pasará en 4 horas, el reloj no es encendido solo porque sí― El rubio recordaba su encuentro con Amelie.

―¡Amigos!!, ¿cómo están?― Seiya y Shun entraban corriendo a la sala de Athena.

―¿Qué? ¿Ustedes qué hacen aquí?- Saga cuestionaba la llegada de los caballeros.

―Venimos hacia aquí porque sabemos que hay problemas, ¿cierto Saori?― Seiya se acercaba hacia la diosa y los caballeros.

―Pero ustedes no deben estar aquí― reclamaba el hermano de Kanon.

―No hay problema Saga, es bueno que ellos estén aquí, pues este es el lugar donde mas seguros estarán de Ares― Athena abrazaba a Seiya.

―Fuimos atacados por mujeres que venían de parte de Ares a eliminarnos―Shun explicaba lo sucedido afuera de la mansión Kido con las berserker.

―Que bueno que están bien, Shun―Athena abrazaba de igual forma a Shun.

―¿Pero donde están los demás caballeros de bronce?― Shaka preguntaba preocupado.

―No se preocupen, ellos están bien. Shiryu fue a los 5 picos con el viejo maestro, Hyoga está en la casa de Acuario con su maestro Camus y en cuanto a Ikki, él dijo que estaría en la casa de Géminis― Seiya calmaba la preocupación de Shaka.

―¿En la casa de Géminis? Pero yo vengo de ahí y no lo vi para nada― Saga contestaba.

―Ya sabes que Ikki es muy raro, Saga, debe estar bien― Shaka respondía riendo.

―Seiya, quiero que me hagas un favor, ve a Acuario y dile a Hyoga y Camus que vengan, en cuanto a Shiryu y el viejo maestro, sé que vienen hacia aquí, habrá que esperarlos― Saori pedía de favor a Seiya.

―Bien, iré por Hyoga, no tardo― Seiya abandona la habitación.

Mientras tanto, en la casa de Cáncer, aun se libra una dura batalla entre Death Mask e Irene de Aire…

Capítulo VIII: La diosa de la belleza: Afrodita

Han pasado tres horas desde que el reloj del santuario fue encendido por Ariadna, las llamas de Aries, Tauro y Géminis ya se han apagado y aun no ha sucedido nada extraño. Athena regresa a su palacio al final del santuario y comienza a meditar acerca del mensaje que el caballero de Acuario dejo tras morir cientos de años atrás. Por otro lado, Hyoga llega hacia la casa de Acuario en donde se encuentra con su maestro Camus. Ahí, estos comienzan a hablar acerca de lo que Camus y Athena habían descubierto y ante la orden de Athena de que Camus entrenara a Hyoga para dominar el cero absoluto, el francés comienza a entrenar al caballero de Cisne en la casa de Acuario dando comienzo a una dura sesión.

Lejos, muy lejos de ahí, Ares ha ordenado a Ariadna que despierte a Afrodita tras el fallo que esta tuvo en su mision de asesinar a los caballeros de oro resultando una perdida dolorosa para Ares al morir 4 de sus berserker elementales.

Afrodita, quien se dice ser la diosa de la belleza, el amor y el sexo, desde tiempos mitológicos ha sido la consorte y eterna acompañante de Ares, teniendo como hijos a Fobos y Deimos, a quienes nombraron dioses del miedo y el terror.

―Mi señor Ares, juro que esta vez no fallare en mi mision y traeré hasta usted a la señorita Afrodita―Convaleciente todavía tras el desmayo que Deimos le ocasiono.

―Deimos, tu iras con ella― Ares ordenaba a su hijo acompañar a Ariadna.

―Señor Ares, pido a usted y sus hijos con toda humildad que me asigne a mi la mision de despertar a la diosa Afrodita―Una joven de cabello rojo oscuro y ojos rojos como un rubí se acercaba ante las deidades inclinándose rápidamente.

―Alalá… Veo que te interesa mucho esta mision, pero, ¿por qué quieres que yo te encomiende esta tarea?― Ares preguntaba intrigado.

―Mi señor Ares, creo que soy la indicada para proteger la belleza de la diosa Afrodita y traerla hacia usted sana y salva― Alalá volteaba a ver sarcástica y despectivamente a Ariadna mientras ella la observaba sin decir nada.

―Es buena idea padre, es Alalá en quien sí podemos confiar― Deimos daba su visto bueno.

―Señor Ares… pero yo…―Ariadna tomaba la palabra intentando decirle algo a la deidad presente.

―¡CALLA!― Fobos voltea rápidamente hacia Ariadna para silenciarla.

―Está bien, Alalá, te encomendaré la mision a ti, pero aun así Ariadna ira contigo― Ares se voltea dándole la espalda a las dos mujeres.

―JAJAJA, a ver si logras aprender algo de ella, Ariadna― Fobos acariciaba la cabeza de la castaña de manera sarcástica.

―Mi señor Ares, es para mi todo un honor poder ser útil en sus planes, puede confiar en mi y no fallaré― Alalá se levanta dándose media vuelta y retirándose del lugar.

―Señor Ares… gracias― Ariadna se para triste y desilusionada y se dirige junto a Alalá hacia afuera de la habitación del dios.

Fuera de la habitación de Ares y sus hijos…

―Sé que te sientes desilusionada, pero no podemos evitar que falles una vez mas, compréndelo―Alalá miraba de frente a la triste mirada de Ariadna intentando animarla tomando su hombro suavemente.

―Ni lo intentes―la chica se quita rápidamente la mano de Alalá de su hombro dándole la espalda a esta.

―… Debes controlar tus emociones, recuerda que el ejercito de Ares se caracteriza por ser frío, calculador, letal y sobretodo, poderoso, aunque ya hayan muerto 8 de nosotras.

―¿Acaso intentas culparme?― Ariadna voltea rápidamente cuestionando a la peli-roja acerca de lo que dijo.

―Técnicamente sí tienes la culpa por no haber hecho nada cuando ese caballero las atacó― Alalá tomaba de los dos hombros a Ariadna.

―…―Ariadna agachaba la cabeza moviéndola diciendo no una y otra vez.

―Bien, vayamos a lo que importa realmente― la oji-roja comienza a caminar en dirección hacia alguna ciudad con costa siguiéndola detrás Ariadna.
En los 5 picos…

―Maestro,  he llegado―Shiryu saluda al viejo maestro detrás de él.

―Shiryu has tardado un poco en llegar― Dohko observaba la cascada delante de él.

―Lo siento maestro, pero hemos tenido algunos problemas, supongo que usted ya sabe qué es lo que está pasando― el caballero de Dragón se sentaba a lado de su maestro con los ojos cerrados.

―Así es Shiryu, me temo que esta vez no se trata de Hades ni Poseidón, creo que esta vez estamos en serios problemas―el viejo maestro comenzaba a advertir a su pupilo sobre los peligros que se avecinaban.

―Maestro dígame… ¿quién es realmente Ares? ¿Por qué puede ser mas peligroso que Hades o Poseidón?― el joven pelinegro preguntaba ansiosamente a su sabio maestro.

―Ares… el legitimo dios de la guerra, es un dios al que debemos temer si hacemos enfurecer, su sed de sangre, su amor por las batallas y muertes violentas lo lleva al éxtasis. Desde la mitología, Ares fue conocido como la deidad que profesa el amor por las batallas, donde el ganador pierde mucho en el proceso y el derrotado lo pierde todo. Se dice que desde la era del mito, Ares ha sido un dios bastante inteligente, frío y calculador, a diferencia de su hermana Athena…

―¡Athena!― Shiryu interrumpía bastante sorprendido.

―Así es, Ares y Athena son hermanos y ambos son los dioses de la guerra, pero la diferencia entre ellos son las formas de llevar a cabo las guerras… Ares es violento y crea guerras impetuosas, Athena en cambio busca la forma de acabar con las guerras utilizando su sabiduría y convenciendo a la humanidad que hay otros caminos para resolver los conflictos. Sin embargo Ares no está solo, este siempre ha sido acompañado desde el mito por la diosa Afrodita que es conocida como la diosa de la belleza. Juntos procrearon a 5 hijos, Fobos, Deimos, Anteros, Eros y Harmonia, mas a lado de Ares, Afrodita y sus hijos también estuvo siempre Enio, la diosa de la violencia y las batallas. Es Enio una colaboradora muy leal a Ares de quien siempre todos tuvieron miedo. Shiryu… el poder de Ares no es comparable con el de los anteriores dioses que ustedes ya han enfrentado y derrotado, esta vez estamos en serios problemas.

―Ya veo, ¿usted cree que este sea el fin de todo lo que conocemos y amamos, maestro?― Shiryu dejaba caer algunas lagrimas.

―No puedo adelantarme a los hechos, pero sí sé que el panorama es muy oscuro― El viejo maestro se pone de pie frente a su pupilo.

―¡Qué buena clase de historia anciano!― a lo lejos una mujer de cabello café y ojos oscuros sorprendía con su presencia a Shiryu y Dohko.

―¿Quién eres? ¿qué haces aquí? ¿qué quieres?―Shiryu  se levantaba rápidamente en posición defensiva ante la mujer.

―Soy berserker elemental de Ares, soy Cecilia de Tierra y vengo a tomar tu vida caballero de Athena― Caminando se acercaba lentamente a Shiryu.

―No des un paso mas o tendré que eliminarte Cecilia― advertía a la berserker el joven Dragón.

―Shiryu, debes pelear con ella, porque no retrocederá, ha sido enviada por Ares― Dohko aconsejaba a su alumno.

―El viejo tiene razón, ¡ahora pelea! ¡LADERA INFINITA!!― Cecilia lanza un ataque que envuelve a Shiryu en un manto grueso de arena que explota con él adentro a una velocidad muy alta.

―¡AAAHHHHH!!!― Shiryu es lanzado al aire cayendo bastante herido al fondo de la cascada.

―¡Vamos caballero de dragón! no te rindas tan fácilmente, debes sufrir un poco mas― Cecilia alcanzaba velozmente a Shiryu en el fondo de la cascada golpeándolo y pateándolo rápidamente mientras él aun sufría los efectos de la técnica de Cecilia.

―¡No puede ser! Es mucho mas poderosa que la otra berserker que enfrente antes―Shiryu pensaba mientras era golpeado en el suelo.

―Jajaja, caballero inútil, ¿acaso esta basura derrotó a una berserker? Jajaja, pobre animal, pensé que serias mas poderoso―le daba una patada a Shiryu lanzándolo lejos y haciendo mas agónica su tortura.

Mientras Shiryu intentaba levantarse, a lo lejos se acerca corriendo Shunrei a intentar auxiliar al joven dragón, pero al ver esto, Cecilia corre hacia ella golpeándola fuertemente en el estomago estrellándola contra una de las rocas de la cascada.

―¡SHUNREI!!!!!!!!― Shiryu observaba cómo el cuerpo de la joven golpeaba estrepitosamente la roca.

―¡Así es dragón! Enójate, quiero verte pelear en serio ahora que he asesinado a tu amiguita, JAJAJA― Cecilia se acercaba lentamente al furioso caballero.

―¡Juro que no te perdonare lo que acabas de hacer! ¡CIEN DRAGONES DE ROZAN!!― Shiryu logra elevar su cosmos al octavo sentido logrando golpear fuertemente con su técnica a Cecilia rompiendo parte de su armadura de tierra.

―¿!Qué!? si que es poderoso, logró romper parte de mi armadura… ¡AAARRRHRHHGGGG!!! ¡mis piernas! ¡NO LAS SIENTO!!―Cecilia se daba cuenta que Shiryu había ocasionado un gran daño en su cuerpo con los cien dragones.

―Juro que pagaras por lo que le hiciste a Shunrei, ¡ULTIMO DRAGÓN!!―el caballero lanza su mejor técnica sobre la dañada mujer golpeándola mas gravemente.

―¡NO!! ¡ESPERA DRAGÓN! ¡AAAHHRRHHHHGGGGGGG!!!― Cecilia es lanzada al cielo y después de algunos segundos cae muerta al piso de la cascada.

―SHUNREI! ¡vamos, despierta!―Shiryu corre hacia la pelinegra intentando reanimarla mientras la coloca en su pecho.

―Shiryu… te quiero… mucho― llorando Shunrei dice sus ultimas palabras de aliento al golpeado caballero de Dragón, muriendo en ese instante en brazos del broncíneo.

―¡NO! ¡SHUNREI!!!―Shiryu lloraba ante su maestro quien lentamente y batallando para caminar se acercaba.

―Shiryu… no te pediré que no llores, pero sí te pediré que intentes dejar esta perdida a un lado, porque solo lograras destruirte en ira a ti mismo y eso es lo que Ares quiere―Dohko tomaba el brazo de Shunrei revisando sus signos vitales.

―Maestro… ella no tiene la culpa de nada, ¿por qué ella tuvo que morir y no yo?― Shiryu lloraba ante el agua de la cascada que caía en su rostro.

―Tu eres un caballero de Athena y peleas por Athena, y mientras ella no muera, todos nosotros tenemos la posibilidad de tener una mejor vida, pero desgraciadamente ese proceso lleva perdidas sensibles.

―Shunrei…― Shiryu la recuesta sobre el piso y se levanta lentamente.

―Shiryu debemos irnos de aquí, estaremos mas seguros en el santuario―Dohko aconsejaba al Dragón.

―Esta bien maestro, vayamos al santuario… Shunrei… Algún día nos volveremos a ver― Shiryu se despedía por ultima vez de quien siempre lo acompañó en todo momento.
En las costas de alguna playa paradisíaca…

―Hemos llegado― Alalá habla en voz alta escuchándola Ariadna.

―Es obvio― sarcástica y rascándose la cabeza contesta la castaña.

―Bien… demos comienzo.

Alalá toma una concha que Ares le había dado como ofrenda al mar para hacer despertar a la diosa Afrodita y la arroja fuertemente cargándola con el cosmos de Ares. Minutos después, en el mar comienza a verse un oleaje bastante fuerte azotar la costa. Cubriéndose de las olas, Ariadna y Alalá usan su cosmos para protegerse, cuando repentinamente el alboroto del mar cesa y todo vuelve a calmarse.

A lo lejos una silueta de una mujer desnuda comienza a acercarse a la playa parada sobre la concha que Alalá había arrojado al mar y detrás de ella otras dos siluetas humanoides con alas flotan protegiéndola. De repente la silueta de la mujer y los humanoides comienzan a hacerse mas visible ante la presencia de Alalá y Ariadna, llegando a la playa por fin. La mujer llega en su concha y cae inconsciente junto a sus dos protectores en la arena.

―¡¿Pero qué?!- Ariadna se asusta al ver que se trataba de la diosa Afrodita quien se había desmayado.

―Tranquila, es normal que esto pase a un dios cuando desciende a la tierra por primera vez― Alalá no se inmutaba ante el desmayo de la deidad.

―Ya veo… entonces ante nosotras esta la diosa de la belleza…― Ariadna observaba a Afrodita y los dos humanoides.

―Hermosa, ¿verdad?―Hincada, Alalá deleitaba la belleza de Afrodita.

―Así es, pero ¿y quiénes son esos dos enanos con alas?― Ariadna observaba los rostros angelicales y tiernos de los dos humanoides alados.

―Eso no lo sé, Afrodita nos dirá cuando despierte, por mientras debemos taparla con nuestras capas― Alalá se quitaba la capa de su armadura y la ponía en el cuerpo de Afrodita cubriéndola de su desnudez, mientras Ariadna hacia lo mismo con los dos seres alados.

Alalá y Ariadna se sientan a lado de Afrodita y los otros dos esperando a que despierten y así pasan dos horas mas hasta que la diosa despierta y esta observa asustada sin decir palabra alguna a los seres alados que la acompañaban, hasta que con solo tocarlos estos despiertan.

―Mamá― uno de los seres alados comienza a volar cerca de Afrodita.

―Hemos despertado― el otro ser alado despierta y comienza a volar igual que su hermano alrededor de Afrodita, quien intentaba pararse lentamente con la capa que cubría su cuerpo.

―A sus ordenes señorita Afrodita―Alalá y Ariadna se arrodillaban haciendo reverencia a la diosa.

―…-―Afrodita seguía sin mencionar palabra alguna y volteaba a todos lados observando el lugar que por obvias razones desconocía.

―Señorita Afrodita, hemos sido enviadas por el señor Ares y él quiere verla a usted, no se asuste, no somos enemigas suyas― Alalá tomaba la palabra observando los verdes ojos de una joven y radiante rubia.

―Ares―Afrodita mencionaba su primer palabra.

―Así es, el gran Ares nos ha enviado por usted― Ariadna responde.

―Entonces ustedes son berserker leales a Ares… Ellos son Eros y Anteros, hijos míos y de Ares, dioses del Amor y Amor correspondido respectivamente.

―Eros y Anteros… ya veo, son hijos de Ares igual que los señores Fobos y Deimos―Ariadna se dirigía a la diosa.

―Será un placer llevarla hasta el señor Ares, mi señorita Afrodita, Eros y Anteros― Alalá tomaba el brazo de Afrodita guiándola de regreso hacia Ares.

―Síganme, Anteros y Eros―Ariadna incentivaba a los dioses menores.

Afrodita ha despertado finalmente y lo ha hecho a lado de dos de sus hijos con Ares: Eros y Anteros, dioses del Amor y el  Amor correspondido, dioses que tienen la apariencia angelical mas tierna y pura jamas vista. En cambio Afrodita goza de ser hermosa por naturaleza, posee ojos color verde tan brillosos como las estrellas y un cabello rubio largo hasta la cadera que la hace resaltar su blanca piel, es por excelencia la belleza encarnada en un cuerpo femenino.

Pero… ¿realmente sera tan bella como aparenta?

Capítulo VII: El legado.

Las Berserker son guerreras que desde la mitología han servido al dios Ares en todo momento que este lo ha necesitado. En un principio fueron conocidas como Ninfas… Mujeres hermosas que fueron concebidas por Zeus, aman de cantar y bailar. Cuando Ares descubrió la belleza de estas deidades decidió llevarlas hacia sus dominios para que cantaran y contaran poemas para Ares, pero algunas de ellas fueron invadidas por el miedo y el terror de desobedecer a Ares. Cambiaron su felicidad por odio y su paz por violencia, Ares les había heredado sus instintos guerreros. Tiempo después, el dios de la guerra les asigno una característica única para cada una, elementos que las rigiera y diferenciara. El agua, la tierra, el aire y el fuego, los cuatro elementos que distinguen la vida de la tierra. Las Ninfas fueron nombradas por Ares como Berserker Elementales y guerreras al servicio del dios.

En el santuario todos no entienden el por qué ha sido encendido el reloj de las doce constelaciones zodiacales, sin embargo, Aioros nada pudo hacer con su flecha de Sagitario para poder detener la flecha roja que había encendido el reloj, el caballero de oro de Sagitario supo en ese momento que se trataba de un cosmos muy poderoso como para no haberlo detenido, ante eso Aioros decide abandonar su casa de Sagitario e ir en busca de Athena, pero al llegar a la casa de Capricornio, su amigo Shura lo detiene,  argumentando que Athena había dado ordenes a los caballeros de permanecer en sus respectivas casas.

―Shura, ¡déjame pasar! Tu también ya te habrás dado cuenta que el reloj fue encendido―Aioros intentaba pasar sobre Shura.

―Amigo, debes obedecer las ordenes de Athena, pero si decides pasar, antes tendrás que pasar sobre mi―Shura abría los brazos impidiendo el paso de su compañero.

―¡¿Es que estás ciego, Shura?! No ves lo que está sucediendo y tu te quedas como si nada pasara―el castaño se enfurecía cada vez mas al ver la postura del capricorniano.

―Ya te lo dije, Aioros,  son ordenes de Athena, sin embargo yo también estoy preocupado por esto que está pasando, pero aun así no me antepondré a las ordenes que Athena nos dio a los caballeros de oro―Shura se daba media vuelta dándole la espalda a Aioros dirigiéndose hacia el interior de Capricornio.

―¡Maldición! Shura tiene razón y lo que menos debemos hacer ahora es pelear entre nosotros… Espero que Athena haga algo pronto― Aioros regresaba hacia Sagitario decepcionado.

En el templo de Athena…

―Señorita Athena, ¿usted me ha llamado?― Camus de Acuario se inclinaba ante los aposentos de la diosa.

―Así es, Camus― la deidad se levantaba acercándose al acuariano.

―Al menos llegué… Afrodita no me dejaba pasar mas allá de la casa de Piscis y esos campos de rosas…― Camus sudaba un poco después de convencer al pisciano que lo dejara pasar.

―Entiendo, esa fue la orden que di a todos ustedes, pero eso no es por lo que te he llamado, necesito que busques algo por mi en la casa de Acuario que tu custodias―Athena saca el libro que había encontrado antes con el mensaje del anterior caballero de Acuario y se lo entrega a Camus.

―¿Qué es este libro, Athena?― el francés preguntaba algo confundido hojeando el libro.

―Es un mensaje de un ex caballero que peleó por mi en otra guerra santa contra Hades, es un mensaje sobre un legado que se encuentra escondido en la casa de Acuario, un legado que él escondió muy cuidadosamente para que no llegue a manos equivocadas. Tu que conoces la casa de Acuario a la perfección, te encargo que hagas todo lo posible por encontrar ese legado, Camus, es de gran importancia para saber qué es a lo que nos enfrentamos esta vez contra Ares― Athena miraba fijamente con confianza a Camus esperando que el acuariano pueda lograr el objetivo de encontrar el legado.

―Ya veo, entonces el rumor era cierto… El dios de la guerra ha despertado para causar algo que ni tu, Athena, sabes muy bien, intentaré encontrar ese legado, me retiro― el caballero se daba media vuelta tomando el camino de regreso a su casa de Acuario.

―Esta bien Camus, confío en ti― Athena daba permiso al gélido caballero de retirarse del templo.
En algún lugar de la Tierra, las berserker elementales junto con Ariadna se dirigían hacia el santuario de Athena, y platicaban acerca de la orden de Ares sobre la eliminación de los caballeros de oro con extrema violencia.

―Señorita Ariadna, ¿usted qué piensa sobre los caballeros de oro? ¿serán poderosos?― Una hermosa mujer con cabello aguamarina de ojos azules preguntaba mientras caminaba a lado de sus compañeras.

―Si, señorita, he escuchado que son poderosos― Una radiante peli roja de ojos rojos exclamaba sonriente.

―Así es, los caballeros de oro son incomparablemente mas fuertes que los caballeros que derrotaron a Barbara, Elena, Sofia y Viviana, pero aun así no tienen nivel para derrotarnos― Ariadna sonreía sarcásticamente.

―Ja, ja, ja, esas cuatro eran muy confiadas, por eso cayeron― una linda mujer de nombre Eva con cabello café de ojos del mismo color pero más oscuro sentenciaba burlescamente.

―No creo que debamos ser tan confiadas― una bella mujer de cabello verde y ojos del mismo tono de nombre Columba no condordaba con las demás chicas.

―¿A qué te refieres conque no debemos ser tan confiadas?― la mujer de ojos azules de nombre Gloria voltea rápidamente cuestionando lo dicho por Columba.

―¿Acaso dudas de nuestro poder, Columba de Aire?― la peli roja de nombre Larissa detiene a Columba muy exaltada.

―Larissa de Fuego, Gloria de Agua, Eva de Tierra y señorita Ariadna, las otras berserker elementales fueron derrotadas por exceso de confianza, nosotras no debemos caer en el mismo error― Columba veía a sus cuatro compañeras.

―Creo que eres una…

―No sigas, Gloria de Agua― Ariadna la interrumpe.

―Pero señorita Ariadna… Esto es un insulto de parte de Columba hacia Ares― observando con odio a Columba hablaba indignada Gloria.

―Muchachas… Columba tiene razón, confiarnos puede costarnos las vida, desde tiempos mitológicos, Athena siempre ha derrotado a sus rivales porque se confían de ella y eso es algo que nosotros no debemos hacer, así que cállense ya y sigamos hacia el santuario― Ariadna concluía acabando la discusión.

―¡JA, JA, JA, JA! ¡Qué conmovedora platica! Pero al menos de algo me sirvió escucharlas, ahora ya sé algo sobre el ejército de Ares… Tiene un ejercito debilucho ¡JA, JA, JA!― un peli azul se acerca lentamente hacia el quinteto de mujeres.

―¿Y tu quien eres?―Ariadna preguntaba con bastante calma.

―Soy quien acabará con ustedes 5 en este momento― el peli azul no revelaba su nombre pero dejaba ver su rostro frío y serio.

―Ah, con que eres tu… Dragón Marino de Poseidón… Kanon, ¿cierto?― Ariadna en su misma posición preguntaba intrigada al hombre.

―Vaya, al parecer soy famoso ¡JA, JA! Pero ya no soy Dragón Marino, ahora simplemente soy Kanon y nada más―respondía tranquilamente a Ariadna.

―¿Entonces piensas acabar con nosotras? ¿Por qué no recapacitas y te unes a Ares? Obtendrías mucho más poder del que tenias cuando eras general de Poseidón―Ariadna se acercaba tendiéndole la mano a Kanon.

―Vaya que soy solicitado, primero Poseidón, luego Hades, después Athena y por ultimo Ares me piden que trabaje para ellos… Pero lo siento, solo protejo a Athena, así que rechazo tu propuesta.

―Veo que no nos dejarás continuar si no te derrotamos antes… ¿Cierto?―Ariadna cruzaba los brazos viendo fijamente a Kanon.

―Lamentablemente si, así que ¿quien sera la primera?― Kanon se pone en guardia esperando a su rival.

―Yo seré la primera, aunque la ultima para tu mala suerte, pero dime, ¿acaso piensas pelear sin armadura?― Eva de Tierra preguntaba cruzando los brazos.

―No necesito armadura para pelear―Kanon se abalanza sobre Eva intentando golpearla.

―¡NACIMIENTO DE LA TIERRA!!― Eva lanza un ataque que hace que la superficie de la tierra salgan pequeñas montañas a toda velocidad, sin embargo Kanon logra esquivarlas.

―¡Eso no es nada para mi! ¡TRIANGULO DORADO!!―el peli azul ataca a Eva fallando en su técnica.

―Jajaja, solo fue un rasguño, ¡toma esto! ¡HOLOCAUSTO!!― Eva lanza las montañas que había creado con su anterior técnica hacia Kanon, tumbándolo al suelo.

―Eva ¡CUIDADO!!!― Ariadna advierte a Eva sobre un peligro.

―¡Demasiado tarde! ¡SATAN IMPERIAL!!― Kanon lanza el ataque logrando controlar a Eva en sus acciones y poniéndola en contra de sus compañeras.

―¡NACIMIENTO DE LA TIERRA!!― Eva ataca a sus compañeras logrando tumbar a Gloria y Larissa.

―¿¡Qué te pasa!? ¿Por qué nos atacas Eva?― Larissa enojada grita a su compañera de la Tierra.

―Es tarde, ahora Eva está controlada por Kanon, debemos derrotarlo para recuperar a Eva―Ariadna se ponía en posición defensiva.

Una batalla dura da comienzo, en donde Kanon ha tomado el control de Eva, siendo así que esta ataca a dos de sus compañeras, Larissa y Gloria de Fuego y Agua respectivamente empezando una batalla entre ellas tres. Por otro lado, Kanon es atacado por Columba de Aire con la técnica llamada Cien navajas, logrando golpear a Kanon, pero este se levanta rápidamente y ataca a Columba con el Satan Imperial, intentando controlarla igual que a Eva, pero esta vez falla y Columba lanza su ataque Palomas del triunfo, acertando en el ataque, así, Kanon lanza su Explosión de Galaxias golpeando no solo a Columba, si no a las demás berserker cuando estaban descuidadas, provocándoles un gran daño sin matarlas aun.

Por otro lado, tras el golpe recibido por Kanon, las tres berserker se levantan para seguir combatiendo contra Eva, Larissa de fuego lanza su ataque Furia de la Salamandra creando la ilusión de una salamandra lanzando fuego contra su enemigo, y Gloria atacan con su Carga eléctrica, una técnica que electrocuta a su oponente, ambas aciertan el golpe a Eva, pero esta, que ya se encuentra seriamente dañada lanza su ultimo ataque Holocausto contra Larissa y Gloria, fallando y muriendo en el intento, pero dejando muy heridas a sus ex compañeras.

―Perdóneme gran Ares por atacar a las demás berserker, ese caballero Kanon logró atraparme con su técnica―Eva recuperaba su autonomía muriendo en ese mismo momento.

Sin embargo, Kanon se da cuenta que Eva ha muerto y dejó heridas a dos de las tres berserker que aun quedan, así aprovecha y lanza su Triángulo dorado contra Larissa y Gloria, dejando de lado a Columba. Ante el descuido de las débiles berserker, estas caen en la técnica de Kanon, perdiéndose en el espacio-tiempo por siempre.

―¡JA, JA, JA! Ha sido muy fácil, quedarán atrapadas unos cuantos minutos y morirán por falta de oxigeno ¡JA, JA, JA!―Kanon da por muertas a las berserker de Fuego y Agua, quedando solo en combate Columba quien se ha molestado bastante por el ataque del enemigo a sus derrotadas compañeras.

―Te arrepentirás de esto Kanon, ¡CIEN NAVAJAS!!―Columba lanza su ataque sobre Kanon logrando golpearlo y herirlo notablemente.

―Eso no es nada, ahora sufre la explosión de las estrellas y galaxias en tu cuerpo, ¡EXPLOSIÓN DE GALAXIAS!!―Kanon lanza su mejor ataque a Columba logrando herirla notoriamente.

―No puede ser, tan solo este caballero pudo derrotar a cuatro de nosotras… Si el poder de los caballeros dorados es mas alto que el de Kanon, el gran Ares estará en grandes aprietos. Kanon, te felicito, me has vencido contundentemente ¡ARGG!!!― Columba cae muerta en los brazos de Kanon.

―Ahora es tu turno ¡cobarde! No entiendo como es que no interviniste cuando viste que estaba derrotando a tus berserker― Kanon cerraba los ojos de la muerta Columba poniéndola en el piso.

En eso, Ariadna toma su arco y su flecha apuntando hacia Kanon y disparando la flecha, que logra atravesar el brazo del hombre.

―Esta es una advertencia Kanon, las berserker que has derrotado no se comparan a las Berserker Rubí― Ariadna desaparece del lugar dejando herido a Kanon con el brazo sangrando.

―¿Berserker Rubí? ¿Que habrá querido decir con eso?― Kanon suprimía su dolor pensando en las palabras de Ariadna―. En fin… debo ir a curarme este brazo, maldita sea, ¡logró dañarme fácilmente y ni siquiera vi cuando disparó la flecha hacia mi!― se molestaba consigo mismo por sentirse inferior a Ariadna, quien ya había desparecido del lugar.
Mientras, en el santuario, Camus había regresado a la casa de Acuario en busca del legado que Athena le había encargado encontrar. Al entrar a la biblioteca de Acuario nota que el sitio vació del libro que Athena le había dado estaba ocupado por otro libro, pero lo mas raro es que ese anaquel estaba congelado. Camus lanza un ataque frío contra el anaquel intentando destruir el hielo que lo mantenía sellado, pero no logra absolutamente nada en varios intentos, hasta que de repente escucha una voz proveniente de la biblioteca diciendo en voz alta:―»Llega al Cero Absoluto y accederás al legado, caballero de Acuario»― Camus algo confundido se pregunta de quien era la voz que escuchó, así que intenta elevar al máximo su cosmos para poder alcanzar el cero absoluto, pero tras bastantes intentos no logra alcanzar su meta. Sin embargo, detrás del Acuariano, aparece Athena quien argumenta haber escuchado la voz.

En ese momento Athena eleva su cosmos tocando a Camus en los brazos y pidiéndole que lance el aire mas frío posible hacia el anaquel. Camus lanza el soplido gélido logrando llegar al cero absoluto gracias al cosmos de Athena y así destruye el anaquel, revelando un libro congelado que en su portada tenia escrito: «El Legado de los Dioses», Camus toma el libro y lo abre para leer su contenido, pero no hay absolutamente nada en ninguna página.

―Demonios, parece que hemos perdido el tiempo, Athena, este no es el libro que buscamos―Camus decepcionado suelta el libro dejándolo caer en el suelo.

Mientras Camus daba vueltas por toda la biblioteca, Athena observaba el libro detenidamente desde el suelo, lo hojeaba lentamente hasta que siente un enorme cosmos emanar del libro…

―Ya entiendo el mensaje, gracias caballero― Athena parece haber encontrado alguna especie de acertijo que el libro contenía.

―¿Qué has encontrado Athena?― Camus se acerca rápidamente preguntándole a la diosa tras escuchar las palabras que dijo.

―Camus, este es el legado que el antiguo caballero de Acuario me dejó para que solo yo pudiera leerlo en algún momento, el antiguo caballero de Acuario protegió el libro con la sangre de la Athena de su tiempo para que solo yo pudiera leerlo usando mi propia sangre para revelar lo que está escrito― la peli lila toma su brazo y se saca poca sangre, derramándola sobre el libro y logrando revelar las letras.

«Athena, he protegido este libro para que solo usted pueda leerlo y nadie más. Antes de morir, yo solía interpretar las estrellas, sus posiciones, y constelaciones junto al anterior patriarca y descubrí algo bastante interesante. Las estrellas que forman las doce constelaciones del zodiaco muestran una inscripción que decía que en el siglo XXI, el siglo en que usted está leyendo este libro, habrá una guerra santa definitiva entre dioses hermanados, las estrellas que interpreté decían que las constelaciones del zodiaco colisionarían creando una nueva utopía sin ninguna posibilidad de evitarse. Athena, no sé quién sea ese dios del que las estrellas hablan, pero si sé que usted debe regresar al Olimpo junto a los demás dioses cuando lea esto. Este es el legado que dejo para usted, Athena.»

Athena lloraba al leer las palabras que siglos antes el caballero mas sabio del santuario escribió para la diosa. Al notar la impresión de la deidad, Camus se acercaba lentamente a preguntar qué es lo que pasaba, a lo que Athena respondía que muchos cambios iban a suceder en estos tiempos.

―Camus, haz lo posible por entrenar lo mejor que puedas a Hyoga, es necesario que se vuelva más poderoso, me retiro, caballero de Acuario, gracias por todo― Athena se retiraba de la casa de Acuario dirigiéndose a su palacio en la ultima casa del santuario.

―Así sera― Camus regresaba a la sala de Acuario pensativo por las palabras de la diosa acerca del poder de Hyoga.
En algún lugar de la tierra…

―¡QUÉ HAS DICHO!― Ares preguntaba enojado a Ariadna.

―Mi señor, hemos fallado la misión que nos encomendó y han muerto cuatro berserker― Inclinada ante el fúrico dios de la guerra suplicaba perdón.

―No puedo creer que tan solo un caballero eliminara a cuatro de nuestras berserker― Fobos se acerca a Ariadna descargándole electricidad castigándola por su fallo.

―¡AAAARRRGRGG!!!― Retorciéndose en el suelo suplicaba clemencia a los dioses.

―Al parecer no eres suficientemente fuerte para manejar una misión de estas, Ariadna, ¿acaso quieres que enviemos a alguien más capaz que tu?… Por ejemplo, ¿Alalá?― Deimos toma a Ariadna del cuello mirándola fijamente en los ojos.

―¡NO MI SEÑOR!, yo soy capaz, incluso… ¡Argg! Incluso descubrí información sobre los caballeros de Athena― Ariadna intentaba hablar al no poder respirar del todo por el castigo de Fobos y Deimos.

―Fobos, Deimos,¡ suéltenla!, tengo una mejor mision para ella― Ares tomaba de su asiento una brillante y hermosa perla.

―¿Qué harás con esta débil, padre? ¿La mataras?― Deimos suelta a Ariadna dejándola caer inconsciente en el suelo.

―Es momento de jugar al jueguito de Athena, Ariadna llevará esta perla al mar y tu Deimos irás con ella.

―¡PADRE! Estás pensando en…― Deimos y Fobos muy sorprendidos cuestionan a Ares acercándose a él rápidamente.

―Así es, es momento de que despierte la diosa de la belleza, amor y sexo… AFRODITA― Ares sonreía confiado.

Ante tal revelación, los dioses Fobos y Deimos se sorprenden al saber que Ares planea despertar a Afrodita, quien se dice es la diosa de la belleza, del amor y el sexo.

Capítulo VI: Cruza el cielo, flecha roja.

Mu despertaba después de haber caído inconsciente tras la batalla donde su maestro Shion perdió la vida. En verdad estaba enojado contra la deidad que le arrebató al Santuario la presencia de su patriarca.

―Maestro Shion, juro que vengaré su muerte―en una de las recámaras de la mansión Kido, se sentaba al borde de la cama luego de abrir sus ojos.

―Mu, ¿cómo te sientes? ―Shun estaba sentado a un par de metros del ariano, sorprendiendo al de cabellos lila.

―Mejor―murmuró con seria expresión―. Pero, ¿dónde está la caja que tenía cuando llegué? ―se exaltó al recordar, levantándose sin falta de la cama.

― ¿Caja? Mu, cuando llegaste solo tenías en las manos el casco de Aries―le tomaba Andrómeda el hombro al caballero, para calmarle.

― ¿Qué? ¡Eso no es posible! Esa caja contiene la sangre de Athena―sudaba, nervioso, dando vueltas por la habitación, como dando todo por perdido.

―Mu, creo que debes descansar un poco más―intentaba Shun llevarlo de regreso a la cama.

― ¿¡DÓNDE ESTÁ ESA CAJA?! ―exclamaba mientras se disponía a buscar por toda la mansión. Iba por el pasillo gritando sin obtener respuesta.

― ¡Mu, cálmate! ―Shiryu y Seiya se acercaban a toda prisa, intentando detener al  pupilo de Shion.

― ¿Qué pasa? ―Hyoga se retiraba de la sala de estar, guiado por los gritos que daban los demás.

Mu pidió atención, explicando a detalle el contenido de la caja y lo que debía hacer con ella. Poco a poco se calmaba al ver que por ahora mucho no podía hacer, aparte de poner al tanto a sus compañeros de armas.

Seiya quería saber por qué le habían encomendado la misión a Mu.

―Ares, el dios de la guerra, ha despertado. Sin perder tiempo, ya fuimos atacados por Deimos, el dios del terror… y Shion falleció―soltaba una lágrima al recordar tan trágico hecho, tomando asiento en el sofá cercano.

― ¡¿QUÉ?! ¿Ares…? ¿El patriarca muerto? ―los broncíneos eran sorprendidos por aquellas noticias inesperadas.

Mu terminaba de aclarar la situación y por qué su deidad tomaba esa decisión. Se colocó en posición pensativa, cruzado de piernas, esperando hallar la solución más rápido a todo lo que sucedía.

―Ya veo. Pero Jabu y los demás no están aquí, hace mucho que no sabemos de ellos―indicaba Shiryu, también pensando qué hacer y buscando la guía en el cielo.

―No sabemos dónde se pueden encontrar, pero creo que la mejor idea es ir al Santuario, todos juntos. Allí seremos de más ayuda―recostado en la pared, indicaba cruzado de brazos.

―Esa no es la orden dada, lo que quiero y necesito es esa caja―se paraba, listo para proseguir su búsqueda del objeto.

Shun miraba a todo lado, ignorando por un instante a Mu y su situación.

―Seiya, ¿has visto a mi hermano?

―Salió a tomar aire con Esmeralda, hace un rato. Solo me dijo eso―respondía el Pegaso.

Al ver la fuerte decisión de Mu en querer encontrar primero la caja, todos le ayudaron en la búsqueda, sin parar hasta tenerla de nuevo en sus manos.

Pero las horas pasaban, buscando incluso en lugares que no habían estado. Así, perdían la esperanza de tener de regreso la sangre de Athena. A pesar del sufrimiento de haber perdido al patriarca, Mu no cesaba la búsqueda.

Su mente se hallaba sumergida en varios pensamientos más, todos acerca de Esmeralda y su regreso de la muerte, además de haber caído cuando fue tocado por ella.

Tras haber mirado la mansión de suelo a techo y de pared a pared, todos regresaron a la sala principal. Una vez reunidos todos, ninguno dio buenas noticias sobre la búsqueda. La caja estaba desaparecida. Mu no creía su mala suerte, la misión estaba a punto de darse como fallida.

Antes de siquiera reaccionar a lo dicho por todos, un fuerte estruendo de vidrios rotos y la caída de un cuerpo a las afueras de la mansión, hacen que todos cambien su enfoque al ruido ocurrido.

Allí, además de los escombros, pueden ver, llenos de horror, el cuerpo de Ikki, tirado en el suelo e inconsciente. Sin falta, todos salen a auxiliar al herido caballero de Fénix.

Notan que está él solo, sin la compañía de Esmeralda, con quien había dicho estaría. Le reaniman, y luego de unos minutos, está de vuelta en sí.

Antes de que pueda caer de nuevo dormido, le preguntan lo ocurrido. Solo recuerda haber visto una especie de lazo atravesar su corazón, y nada más. Todos se impresionan de ver el estado de Ikki, pero tras de ellos, una voz femenina se reía al ver sus expresiones.

―Caballero Mu, qué amable en traerme la sangre de Athena. ¡Ja, ja, já! ―una rubia de largo cabello se les acercaba con elegante andar y mirada intimidante.

― ¡Tú eres…!―el ariano miraba a la dama, quien en sus manos tenía el mismísimo objeto que estaba buscando.

― ¡ESMERALDA! ―Shun, creyendo que ella estaba de su lado, se le acerca con rapidez al notar la caja en sus extremidades.

― ¡Shun, alto! ―Hyoga le detenía a Andrómeda antes de que saliera herido.

―Esmeralda, no puede ser que tu…―Ikki le decía a su pareja con tono desconsolado, sin saber qué ocurría con exactitud.

―Lo siento Ikki. Pero mi presencia aquí es gracias al gran Ares. Únete a nosotros y seremos felices con su ayuda―sonreía al de cabellos oscuros, perturbando un tanto al broncíneo guerrero.

―NO PUEDE SER QUE SEAS UNA SIRVIENTE DE ARES―indicaba Seiya indignado, herido por lo que le ocurría al Fénix.

La decepción se podía percibir en Ikki, viendo que ahora su más grande amor era un enemigo.

―Piénsalo. Ahora que he cumplido la misión del señor Deimos, obtener la sangre de Athena, él y el gran Ares se pondrán muy felices―se daba media vuelta, alejándose.

― ¡Espera! No te puedes ir así como así con la sangre de Athena. ¡Meteoros de Pegaso!

Atacó el broncíneo del caballo alado para lograr detener a la de ojos verdes, pero su ataque se ve intervenido por cuatro chicas que llevaban brillantes armaduras, protegiendo a Esmeralda.

―Señorita Esmeralda―las cuatro mujeres se inclinaban ante la rubia, en espera de sus órdenes.

―Acaben con todos esos caballeros. Pero no quiero que lastimen al caballero de cabello azul oscuro, si lo hacen, las mataré personalmente―indicaba con brusca mirada a sus secuaces―. Caballeros de Athena, les presento a las Berserker Elementales del gran Ares. Están aquí para acabar con ustedes, así que les deseo suerte―desaparecía del lugar, con una mirada llena de victoria de antes siquiera empezar la batalla.

― ¿Berserker elementales? ―Shiryu preguntaba en voz alta.

―Así es. Somos doce en total, tres para cada elemento: Aire, Agua, Tierra y Fuego―una de ellas le explicaba con elegante tono de quiénes se trataban.

―Me presento, soy Bárbara del elemento Agua―indicaba la chica de cabello azul y ojos de mismo tono, en una armadura de azul claro y detalles en plata.

―Yo soy Elena de Aire―la joven de cabello naranja y ojos verdes vestía una armadura igual a Bárbara, más de tono verde en vez de azul.

―Soy Sofía del elemento Fuego―la mujer de cabello rubio y ojos rojos hacían juego con su armadura rojiza.

―Y yo represento el elemento Tierra: Viviana―de cabello café claro y ojos marrón, la dama de armadura café terminaba las presentaciones.

―Y ustedes… Así que son caballeros de Athena―decía sarcástica Elena de Aire―No dejaremos vivo a ninguno, excepto tú, caballero de Fénix, el privilegiado de sobrevivir.

Mientras se presentaban las mujeres contrincantes, los caballeros de bronce y Mu vestían sus armaduras, preparándose para la batalla.

―No nos vencerán tan fácil―Seiya indicaba a las Berserker.

―Ja, ja, ja, já. Estúpidos caballeros―sin más tiempo que perder, Bárbara atacaba a Hyoga.

―Yo escojo a ese chiquillo llorón―Viviana tomaba a Shun de oponente.

―El Dragón será mío―Elena escogía a Shiryu.

―Caballero de Pegaso, Aries y Fénix, no se preocupen, sola podré con ustedes tres, ja, ja, já―Sofía indicaba con fuerte risa.

La pelea comienza entre guerreros de Ares y Athena, donde se nota con rapidez a favor de quién está la batalla. Las Berserker estaban siendo debilitadas por los ataques de los caballeros de Athena.

 

―No pensé que un simple caballero de la más baja categoría pudiera ser tan fuerte―Bárbara reconoce ante la fuerza de los ataques de Hyoga.

―Es mejor que te rindas―le decía el rubio a la de cabellos azules, advirtiéndole antes de que fuera peor para ella.

―Nunca. Por el señor Ares, toma esto, ¡GRAN DILUVIO! ―un torrente de agua sobre el Cisne, arrastrándolo por el suelo del lugar. Sin embargo, el broncíneo de armadura color claro se levanta.

― ¡POLVO DE DIAMANTES!

 

Antes de que el agua desapareciera, el ataque congelante detiene el torrente. El ahora frío hielo llega hasta Bárbara, quien antes de poder moverse, termina con su armadura destruida.

 

― ¡No puede… ser! ―cae muerta congelada por Hyoga.

 

―Recibe esto Dragón, ¡TORNADO NEGRO! ―Elena lanza un ataque de ventisca poderosa a Shiryu, derribándolo―. Vaya, sigues vivo, pero no por mucho. ¡VUELO DEL HALCÓN! ―alza al de verde armadura hacia el cielo, acompañándolo en un salto con el propósito de tomarlo y estrellarlo contra el suelo.

― ¡DRAGÓN NACIENTE! ―antes de ser atacado, el hombre logra alzar a la chica y lanzarla hasta más allá de la atmósfera. La falta de protección logra desintegrar a la pobre mujer y sus restos caen de nuevo a la Tierra, otros pocos vuelan hacia el espacio.

 

Entretanto, Shun le pide a Viviana dejar la batalla, más ella le ataca con su técnica ‘Gran Terremoto’, dañando al peliverde seriamente. Sin embargo, en sus últimos esfuerzos, Shun usa su cadena para detener el temblor, atrapando a Viviana en su propia técnica, siendo lastimada por esta y acabando ella sola con su vida.

 

―Shun… eres muy listo―la castaña muere frente al joven caballero.

 

― ¡¿QUÉ?! Las demás han muerto…―Sofía veía consternada a sus compañeras en el piso ya fallecidas.

―Entonces… ¿Te rindes o quieres morir? ―Ikki se acercaba a la chica.

― ¡EXPLOSIÓN DE LAVA! ―Sofía, llena de furia, intenta derretir el suelo en el que todos se encontraban.

 

Sin embargo, Mu usa el Muro de Cristal para proteger a los caballeros. El suelo se derrite y logra consumir la mansión Kido y todo lo que había dentro de esta. Ikki ataca con su técnica de ‘Alas Ardientes’ para derribar a Sofía, pero resulta en vano.

Seiya cree que el Muro de Cristal puede no resistir más, así que lanza su Meteoro de Pegaso y golpea leve a Sofía, y sin perder tiempo, Hyoga le acompaña y lanza un ‘Polvo de Diamantes’ junto con Shiryu quien utiliza su ‘Dragón Naciente’. Juntos logran derribar a la Berserker.

 

―Malditos caballeros, ¡OJOS INCENDIARIOS! ―sin querer darse por vencida, Sofía ataca con su técnica más poderosa. Técnica en la cual puede derretir cualquier armadura con solo observar a un punto de esta. Dirige su mirada a Ikki y derrite parte de la armadura de Fénix. Pero ella, descuidando su defensa, es atacada por Seiya. Un Meteoro de Pegaso más logra acabar con ella por fin―Perdón… Señor Ares―con su último aliento, susurra al aire mientras cierra sus ojos y muriendo al instante.

―Huyamos, caballeros. La mansión Kido está destruida, no podemos quedarnos aquí―Mu reúne a los broncíneos y los teletransporta hasta el Santuario de Athena.

 

―No puede ser, la mansión quedó toda derretida por esa lava―Shiryu lamentaba la perdida de las posesiones de Saori, sentándose a las afueras de la casa de Aries.

―Ya no importa. Lo malo es que Ares tiene la sangre de Athena―Ikki se recargaba en uno de los pilares del templo del carnero.

―Lo de la sangre de Athena es lo que menos te importa, ¿verdad, Ikki? ―preguntaba Hyoga.

―No. Si algo aprendí en la isla de la Reina Muerte, es que ahí murió la Esmeralda que yo conocí―Fénix lloraba al recordar la deserción de Esmeralda a favor de Ares.

―Nunca imaginé que alguien con un corazón tan puro llegara a ser nuestra enemiga―Shun intentaba consolar a su hermano.

―Eso no importa, Shun. Lo que importa ahora es proteger a Athena―se retiraba el joven para dirigirse a Géminis, su dura voz hacía notar que ya no le interesaba Esmeralda.

―Amigos, iré a la casa de Acuario con mi maestro. Debo hablar con él sobre lo ocurrido―indicaba Hyoga, marchándose.

―Shun, nosotros debemos ir con Athena, ella es nuestra prioridad―Seiya indicaba a Andrómeda, tomándole del hombro para dirigirlo hasta el templo al final de las doce casas.

―Yo voy con ustedes, debo indicarle a Athena que he fallado en mi misión―el apenado ariano acompaña al par de japoneses.

―Marcho a los Cinco Picos con mi maestro Dohko, también debo contarle lo que pasó―Shiryu se retira del Santuario para reunirse con Libra en China.

 

 

En algún lugar de la Tierra, Esmeralda se reunía con Ares y sus hijos. Le esperaban ansiosamente. Una vez se presenta la rubia ante los dioses, hace la entrega de la caja con la sangre de Athena, cumpliendo su misión con Deimos.

A pesar de ello, Ares le reprende por dejar solas a las Berserker, pues su descuido hizo que estas fueran todas eliminadas. Su asombro le hace inclinarse de manera inmediata ante las deidades, pidiendo perdón y jurando no cometer otro error de esa clase.

La voz de una joven mujer se acerca e interrumpe la reunión de las deidades y la mortal.

 

―Mi dios Ares, ya estoy aquí como usted lo ha ordenado―sin falta, también se inclina ante los presentes.

―Ariadna, lanza esa flecha hacia el Santuario y enciende las doce llamas del reloj―la flecha que traía consigo la mujer, es tocaba por el dios y bañada en el cosmos de este.

―Como usted ordene, mi señor―la castaña toma la flecha y la lanza en  dirección al Santuario, cruzando este en su totalidad.

 

A lo lejos, Aioros logra divisar la flecha que se dirige hacia el Santuario. Sin pensarlo, toma la flecha dorada que está en su cintura y la lanza contraatacando. La flecha roja es destruida, pero el reloj del Santuario se enciende y las doce llamas se logran ver en todo el templo. Athena observa lo que ocurre en el reloj, y recordando la muerte de Shion, ve que lo peor está por venir.

 

―Ariadna, envía a las Berserker elementales que quedan. Quiero que eliminen a los doce caballeros de oro y los hagan sufrir―ordenaba Ares con el ceño fruncido, queriendo ganar cuanto antes la guerra.

―Así será, gran Ares―la mujer se retira dispuesta a enviar las ocho Berserker restantes.

 

La orden es cumplida cuanto antes y las mujeres se encaminan al Santuario de Athena. Pero lejos de toda esa situación, la tercera guerra mundial comienza a devastar la Tierra, haciendo caer ya varias naciones. La destrucción comienza a verse en la faz del planeta. La muerte consume miles de vidas inocentes. La guerra del ‘juicio final’ ya da destellos de un trágico final.

 

―Athena es una estúpida. Confiarle su sangre a un caballero fue un gran error―Ares miraba la caja con el líquido vital, ríe con sarcasmo desde sus aposentos.

―Padre, dinos qué tienes planeado con la sangre de esa diosa inútil―Deimos y Fobos preguntaban cercanos a su padre.

―Quemaré su sangre… Sufrirá como si el fuego recorriera sus venas y arterias. Este es el castigo que deberá pagar por preferir a los humano sobre los dioses―reía más fuerte mientras jugueteaba con la caja, lanzándola al aire y atrapándola como pelota.

―Estupendo, padre. Veo que tendremos algo de diversión―Fobos aplaudía la determinación de su padre.

―Pero, padre. ¿Qué haremos si las Berserker fallan en su misión? Tan solo los caballeros de bronce eliminaron cuatro de ellas―Deimos se levantaba cuestionando.

―Si eso pasa, será el momento en que tú y Fobos, junto a las Berserker Rubí sean enviados a acabar con los caballeros de Athena―se levantaba dándole la espalda a sus hijos, mirando hacia el horizonte.

―Solo basta con nosotros dos para acabar con todos―confiado y cruzando sus brazos para realzar su emoción, interrumpe Fobos.

―No te confíes, recuerda que Deimos estuvo a punto de ser eliminado por ese caballero Shion―Ares miraba al nombrado con enojada expresión y desconfianza.

―Padre, eso fue por confiarme de más, lo único que me salvó la vida se debe a que ese caballero ya estaba viejo, pero no ocurrirá de nuevo.

―Eso espero, Deimos―regresaba Ares a su trono, ordenando que le dejaran solo.

 

El reloj de las doce casas ha sido encendido a las tres de la tarde en un día soleado. Los caballeros presentes observan el reloj ignorando la razón de por qué la flecha hizo brillar las llamas.

Athena siente que el mal se ha hecho ya presente frente a ella, los caballeros, los humanos y la Tierra.

Por otro lado, Ares ha enviado el resto de las Berserker elementales, anunciando una sufrida muerte para los doce caballeros de oro.

Entretanto, en la Tierra, la guerra ya es el pan de cada día. La pobreza, hambre, sed, muerte, soledad y todas las consecuencias de este hecho están azotando a la población mundial, sin importar absolutamente nada. Solo se espera el fin de todo.

Capítulo V: Una luz que se extingue.

―Caballeros, gracias por sus servicios, fidelidad, compresión y entusiasmo. Pero ya es hora que el sufrimiento termine. Ya es hora que los números retrocedan en vez de seguir avanzando. Este no es el fin… Es un nuevo comienzo. Caballero de oro, caballeros de plata, caballeros de bronce, nuestros cosmos se reencontrarán algún día una vez más, pero no sabremos que nos conocimos. No sabremos nada de nadie, seremos otras personas. Esta sí es una despedida para siempre, donde lo único que prevalecerá serán nuestros cosmos inertes, en las galaxias y estrellas. Caballeros… Gracias por todo.

La Tierra, bañada en llamas que consumían todo a su paso, por llamas creadas por las guerras que el hombre creó. Athena, llena de tristeza, se despedía de sus caballeros con aquel terrible fondo de la destrucción de la guerra creada por el hombre.

―Este planeta por fin entró en su fase de purificación, donde la vida no volverá a ver la luz en miles de millones de años. Ese es mi deseo. Hasta el último humano morirá y dará su vida por este planeta destruido. Athena… Hermana mía, toma mi brazo y sígueme a la tierra de los dioses, donde la perfección, la paz, la belleza, el calor y nuestra familia nos espera. Athena, has cumplido tu misión satisfactoriamente, pero ya es hora que este planeta descanse y empiece a dormir en paz.

Ares alzaba su mano hacia la deidad, para que esta lo tomara y le siguiera a la tierra de los dioses, El Olimpo, mientras el planeta desfallecía, destruido y corroído.

Tras aquel escena llena de aflicción, donde Athena se despide de sus guerreros, el panorama para ella se alejaba a medida que marchaba, con el planeta tan rojo como hacía millones de años, cuando se formaba. Los caballeros y demás se quedaban ya sin oxígeno, las llamas consumían todo, y sus cuerpos caían al suelo en una lenta muerte por asfixia. El santuario se llena de temor, de gritos desesperados por saber que todo estaba ya perdido.

Con el sudor en su frente, Shaka, a punto de llorar, logra despertarse en el templo de Athena.

― ¡¡AHH, NO!! ―Shaka despertaba de un largo sueño―Parece… que esto fue un mal sueño―se levanta con rapidez, sudando frío, con los cabellos alborotados―. Terrible. ¿Por qué he soñado eso? ―se decía sin encontrar respuesta alguna, pues nunca se vio tan perturbado de esa manera.

―Shaka, ¡¿estás bien?! ―Aiora, caballero de Leo, entra agitado tras haber escuchado el grito de su compañero.

―No es nada… Gracias por preocuparte, solo tuve una pesadilla―le sonreía para tranquilizarle.

― ¿Estás seguro? ―insistía sin convencerse.

―Descuida, no es nada―sin dejar de mostrar sus dientes, le da un par de palmadas en la espalda.

―De acuerdo―se daba media vuelta sin tener más que hacer, dirigiéndose a la sala principal del templo.

Allí, se encontraba su hermano, Aioros, el cual estaba también pendiente de Shaka. Ambos se sientan y comienzan a charlar sobre lo que ha sido de sus vidas hasta entonces. Un momento de reflexión envuelve a los hermanos protectores de Athena.

Pasado el tiempo, su conversación pasa a ser más casual y abordan temas de amor.

―Y, dime, ¿tienes novia? ―decía el mayor con burlesca sonrisa.

―Hmm… Nunca pensé que llegaras a preguntar sobre esas cosas, hermano. Pero la respuesta es no―contestaba con la mirada perdida.

―Aunque no creo que te falten pretendientes. Si eres mi hermano, ja, ja, ja―soltaba el castaño una carcajada que resulta irritando a su pariente.

―Creo que por eso no tengo pareja, ¡por parecerme a ti! ―respondía Aioria por el “cumplido”.

―Qué modales. Disculpa si te ofendí―se indignaba Sagitario, haciendo pucheros y comenzando a retirarse de la sala.

―Espera, Aioros. ¿Tú tienes novia? ―se intrigó el león.

―N… ¡Sí! ―dudaba, nervioso. Sale como un rayo de la sala principal.

Sin palabras, se quedó el menor en el sillón. No podía marchar, pues cumplía la orden de vigilar a Shaka, dada por la misma deidad.

Entretanto, Mu se dirigía a la mansión Kido, donde se encontraría con Jabu y los demás caballeros de bronce. Allí, bañaría las armaduras con la sangre de Athena y así aumentar el poder de estas.

Durante su andar, siente una presencia muy poderosa que le sigue desde hace un rato. El muviano sabe que ha estado allí desde que abandonó el santuario. Sin embargo, en los bosques cercanos a la mansión, decide detenerse y grita en medio de este. Exclamó, pidiendo saber de quién se trataba, pues no se iba a arriesgar a exponer a los demás ante un posible enemigo.

―He dicho que salgas, pues no avanzaré más―exclamaba a los cuatro vientos.

―Vaya, vaya. Parece que los caballeros de Athena no son tan descuidados como pensé―un hombre con túnica roja, como la sangre, desciende desde lo alto de un árbol. Apenas toca el suelo, arranca de su cabeza la capucha que le protegía, mostrando su rostro.

― ¿Quién eres y qué es lo que quieres de mí? ―preguntaba el de oro, en posición defensiva.

―Me presento. Soy Deimos, hijo del soberano de la guerra, Ares, y dios del terror. Así que dime, caballero de Athena… ¿qué haces con sangre de un dios en tu posesión? ―el de cabellos oscuros se acerca con una expresión despiadada.

―No es de tu importancia. Mejor vete y no te entrometas―Mu trataba de proteger la caja que llevaba, sin bajar la guardia.

― ¡Ja, ja, já! ¿Crees que le tengo miedo a un caballero como tú? ¡Risas diabólicas! ―Deimos lanza un ataque hacia el de oro, absorbiendo su cosmos y causándole un terror tan profundo, haciéndolo sentir impotente para poder continuar. Mu cae al suelo, soltando la caja que llevaba.

―Tomaré esto, caballero Mu―el dios del terror se acerca al inmóvil guerrero, tomando la sangre y marchándose con lentitud.

― ¡Espera, Deimos! ―gritaba a la deidad. El efecto del ataque reciente se pasa, y sin pensarlo, ataca con su Revolución de polvo estelar.

―Sí que eres ingenuo, caballero. Pensaba perdonarte la vida, pero veo que solo eres una basura más en este planeta. ¡Muere, Auscultación de la muerte! ―el hijo de Ares lanza un ataque donde se puede observar la silueta de la muerte arrojando rayos hacia el caballero, el cual ya está sin cosmos para seguir luchando.

― ¡Muro de cristal! ―la pared brillante se alza, gracias a un hombre de túnica blanca y casco dorado.

―Pero si es…―impresionado, Mu agradece por que le han salvado la vida.

―Sí, Mu. Soy yo, tu maestro. No pienso dejarte morir aquí―el antiguo patriarca ayuda al caballero a colocarse de pie.

― ¿Pero qué hace aquí? ―preguntaba aún con sorpresa a Shion.

―No interesa. Tenemos que recuperar la sangre de Athena, unirnos para derrotar a Deimos a como dé lugar―ambos caballeros se protegían tras el Muro de cristal.

―Ja, ja, já, ¡ingenuos! ¿Creen que ese muro les salvará de morir? Ja, ja, ja, ¡imbéciles! Les concederé la dicha de que mueran juntos como alumno y maestro, ¡Auscultación de la muerte! ―ataca de nuevo, pero con más fuerza, logrando romper la barrera, arrojando lejos a los arianos.

― ¡No puede ser, es bastante poderoso! ―gritaba Mu mientras caía.

―No nos rendiremos―Shion indicaba alzándose con dificultad, pues los años ya la cobraban factura.

―Vaya, parece que aún están vivos. Pronto nos volveremos a ver, caballeros. Disfruten de su vida, ¡ja, ja, já! ―Deimos se daba media vuelta, para marcharse seguido a sus palabras.

― ¡Deimos! Te mostraré algo que mi maestro me enseñó cuando era joven. Se llama sacrificio por tus amigos y honorabilidad. Toma esto, ¡Extinción de luz estelar! ―con todo el cosmos posible, el patriarca logra derribar al dios del terror.

― ¡Maldito seas! Has logrado herirme, ¡no te lo perdonaré! ―enfurecido, enfoca su ataque hacia Shion― ¡Risas diabólicas!

―He visto la técnica cuando atacaste a Mu, y la estudié a la perfección. No funcionará―Shion se ríe al mostrarle a Deimos que la técnica no ha surgido efecto.

―Muy bien…―trataba de guardar calma la deidad―Usaré mi técnica suprema y tendrás el honor de morir con ella. Esto se llama ¡Sueños rotos! ―con un tipo de rayos láser, el sistema nervioso del patriarca es atacado, causándole tan fuerte dolor que no puede soportarlo.

― ¡Extinción de luz estelar! ―sin importarle que estaba siendo atacado, Shion intenta contraatacar.

Mu, quien hacía poco lograba recuperarse, contempla una gran nube de polvo, muy oscura, provocada por Deimos y su maestro. El lugar se llena de silencio y relativa calma. Cuando el polvo se dispersa, el caballero ve a los contrincantes en el suelo.

Temeroso de lo peor, se acerca a su maestro, para verlo inerte y con los ojos abiertos.

― ¡Maestro, reaccione! ―movía con desespero el cuerpo de Shion, pero no lograba tener una respuesta. Era inútil―No se rinda, ¡aún no debe morir! ―comenzaba a llorar, resignándose ante la idea de que su maestro… ha muerto― ¡¡Maestro!! ―una profunda tristeza invadía todo su ser, arropando con sus brazos a Shion, cerrándole los ojos con lentitud―Gran maestro… Su muerte no será en vano. Juro que Ares y todo su ejército pagará por esto.

Con su telepatía, se comunicaba con Kiki, quien estaba en el santuario y le ordena decirle a Shaina que recoja el cuerpo del gran maestro, para llevarlo al santuario y sepultarlo.

Mu se da vuelta, para mirar el cuerpo de Deimos. Se lleva una gran sorpresa al notar que este ya no está. Al ver que ha desaparecido, procede a continuar su misión, tomando de nuevo la caja.

Le da una última mirada al cuerpo de su maestro, despidiéndose de él antes de llegar a la mansión Kido.

En el santuario, los caballeros de oro que allí se encuentran, observan en el cielo un meteoro que cruza. Una estrella de una vida que se ha extinto. Todos saben que se trata del patriarca. Ante la consternación y al ver que no pueden hacer nada, continúan con sus labores y las órdenes impuestas por Athena. La deidad solo pide que Shion se encuentre en un lugar mejor.

Seiya, Shiryu, Ikki y Esmeralda se encontraban en la mansión. Aguardan por Hyoga quien aún no llega. Los caballeros platicaban en la sala acerca del regreso de la rubia. Shun estaba feliz por su hermano. Sin embargo, Mu interrumpe con su llegada y observa a los chicos platicando.

―Caballeros, he venido aquí por órdenes de Athena. Necesito que me digan dónde se encuentran Jabu y los otros―con semblante serio y fría voz, preguntaba a los broncíneos.

―Pero Mu, ¿cómo has estado? ―sonreía Seiya.

―Eso no importa. Deben saber que el patriarca ha muerto y que la Tierra se encuentra en graves problemas―es dirigía con firmeza.

― ¡No puede ser! El patriarca…―Shun reaccionaba a la triste noticia.

― ¿Cómo ha sucedido? Cuéntanos, Mu―Shiryu insistía dando vueltas por toda la sala.

―Después, cuando tengamos calma. Necesito a los demás caballeros cuanto antes.

―Mu, es mejor que descanses, te ves agitado―Ikki invitaba a descansar.

―Así es, caballero, descansa―Esmeralda tomaba del hombro a Mu, para encaminarlo al sofá de la sala.

Pero al sentir el tacto de la dama, el miedo recorrió su cuerpo de pies a cabeza. La impresión lo hizo caer al suelo inconsciente.

Ante tal sorpresa, auxilian al caballero, preguntándose por lo sucedido.

Capítulo IV: La tercera guerra mundial da inicio.

Países han aumentado su tensión, las cuales habían nacido desde tiempo atrás. Entre los gobiernos de Estados Unidos, Inglaterra, China, Alemania, Rusia, Japón, Italia, Irak y Afganistán, se han enviado los unos a los otros espías informáticos para averiguar en las demás naciones posibles planes ocultos. Operaciones encubiertas son vistas día a día para infiltrarse en asuntos de otros países.

Con el reciente hecho ocurrido en Inglaterra, en Stonehenge, el gobierno inglés acusa a Estados Unidos de un ataque, mientras que este, contradice anunciando que es un plan de los ingleses para comenzar una nueva guerra.

Inglaterra no tarda en entrar en alerta y declarar la guerra al país norteamericano, comenzando así un enfrentamiento donde los demás países buscan un aliado.

La bomba de tiempo por fin ha explotado, la guerra que según predice el fin de la humanidad, ha comenzado.

―Señorita Athena, Aldebarán me ha dicho que usted me quería ver―se inclina el ariano ante la deidad.

―Así es. Mu, necesito que hagas algo por mí―sentada en su trono, toma bajo su asiento una caja pequeña, decorada con hojas de acanto.

―Señorita―interrumpió con cortesía―, antes que nada, quisiera saber por qué Shaka marchó sin llevarse consigo la armadura de Virgo. Claro, esperando su permiso de conocer la razón―levantaba un poco su rostro, mirando con fijeza el rostro de Athena.

―Shaka fue en busca de Ares, mi hermano, para entregarle un mensaje de mi parte―devolvía la mirada, con un toque más serio.

― ¡Ares! ¿El dios de la guerra ha llegado a la Tierra? ―con total sorpresa, se dirigió―Athena, ¿no deberíamos reunir a los caballeros una vez más? Desde la era del mito se ha sabido sobre la extrema violencia y su modo sangriento de batalla, incluso más que Poseidón. ¿Acaso de eso se trata la misión que deseas encomendarme? ―sin evitar sudar y alterar, miraba a la tranquila deidad.

―Se trata de otra cosa. Pero, Mu, te prohíbo que digas algo sobre lo que te acabo de mencionar. Debemos mantener la calma en los demás, por lo menos, hasta saber los planes de Ares. Por eso envié a Shaka―le comentaba, abriendo la caja que sostenía en sus manos.

―Entiendo. Seguiré sus órdenes. Ahora, ¿de qué trata mi tarea? ―no alejaba la vista del objeto de madera.

―Con esta daga, usada hace mucho por Saga, verteré un poco de sangre en la caja. Tu misión es buscar a los caballeros de bronce que no han recibido esta en sus armaduras y derramarás un poco en sus ropajes―observando el filo, indicaba al caballero.

Notando la preocupación de su diosa, Mu no evita mostrar su asombro. Sin salir de este, de repente el ariano nota cómo la deidad toma la daga con fuerza, provocándose un corte en el brazo derecho, derramando la sangre que fluía dentro de la caja. Al terminar, deja la daga manchada en la caja llena del líquido rojo, cerrándola y dándose al caballero que veía sin saber qué hacer.

―Toma, Mu, ve sin falta―ofreciéndole la caja de madera, se levanta para acercarse un poco al caballero.

―Sí, señorita. Con permiso―un poco más calmado, toma el objeto y se retira en busca de los caballeros de bronce.

 

En Siberia, Hyoga, caballero de cisne y su maestro Camus, junto a Milo, se encontraban entrenando desde hace tiempo. Por su parte, Camus y su pupilo buscaban enfriar sus cosmos y así poder alcanzar el cero absoluto y controlarlo con total naturalidad. Por su lado, Milo se enfrentaba al frío y acomodar su cuerpo a las bajas temperaturas.

―Hyoga, desde ahora entrenaremos sin armadura―ordenaba el de Acuario al rubio broncíneo.

― ¿Sin armadura? ¿Están locos? ―cuestionaba con el típico sarcasmo el caballero de la constelación de Escorpión, mientras sus acompañantes se deshacían de los ropajes que los protegían.

―No. Así resistiremos más el aire frío. Milo, deberías de hacer lo mismo, sería un buen entrenamiento para tu cuerpo―respondía el serio caballero.

―Pero, maestro Camus, Milo no realiza esa clase de… técnicas―observaba Hyoga un poco extrañado a Milo.

―Está bien, les tomaré la palabra, caballeros―el de Escorpión se sacaba su armadura, para estar en las mismas condiciones que sus amigos.

―Habrá que tener cuidado de no congelar a nuestro amiguito, Hyoga―con curiosa risa, se dirigía el francés a su alumno.

― ¡Maldito Camus!

 

En la mansión Kido, Ikki conversaba con Esmeralda, su amada, quien creyó haber perdido para siempre en la Isla de la Reina Muerte. La rubia le contaba al fénix cómo había regresado de la muerte, incluso sin contar con Hades, quien había sido derrotado. El de azules cabellos oscuros prestaba mucha atención.

― ¿Pero quién te ha regresado a la vida? Si no se trata de Hades, ¿quién es? ―necesitaba saberlo a toda costa.

―Es un secreto que quien me revivió, me prohibió contar… Ikki, entiéndeme, he regresado para estar a tu lado una vez más―lloraba ella consternada al ver a su amado.

El joven broncíneo abrazaba a su ser querido, alejando la duda que tenía en su mente para alegrarse de tener a Esmeralda de regreso.

Más en lo alto de un árbol, un joven de cabello azul observaba a la pareja. Usando su poder psíquico, escuchaba la conversación de los dos chicos. Se trataba de Kanon.

―Algo no está bien aquí con esa mujer. Creo que debo hablar con Ikki―pensaba con mirada fija hacia la habitación donde estaban los dos personajes. Se cruza de brazos concentrándose.

―No creo que sea buena idea espiar a la gente y además escuchar lo que dicen, ¿no crees, Kanon? ―posaba el desconocido el hombro sobre el ex general marino.

―…No te entrometas, Saga. Ya deberías saber que algo no anda bien―se quitaba la mano de su gemelo con brusquedad.

―Vamos, Kanon. ¿Por qué actúas así? Todo ya está perdonado. Con el perdón de nuestra diosa, puedes luchar a nuestro lado, al lado de los demás caballeros―le hablaba el mayor, mientras su hermano le daba la espalda.

―Mi lealtad es a Athena, no a ti, ni a los caballeros. No debo de tener la nariz metida en el Santuario todo el tiempo, así que no te metas en mi camino―daba el menor un salto del árbol, dejando solo a Saga.

―Kanon, mi deseo solo es que podamos luchar de nuevo el uno al lado del otro―murmuraba, yéndose a la dirección contraria del antes general marino.

Más alguien, aún oculto entre las sombras, observaba a la pareja, escuchando la conversación. Ni Ikki o Esmeralda se daban cuenta de la presencia de aquella persona con aspecto rostro pero imponente mirada.

 

Una vez había arribado a Alejandría, Shaka buscaba información de aquella mujer con quien pasó su infancia. En un templo tarotista, una bruja le obsequió los detalles que buscaba. Con las pistas obtenidas, el caballero se dirige al templo Krisol, donde se supone vive aquella amiga. Luego de unas horas, el caballero llega a ese lugar.

― ¿Alguien se encuentra? ―Tocando a la puerta, preguntaba a pesar de sus habilidades como caballero de Athena.

― ¿A quién busca? ―responde una voz del otro lado.

―Busco a la maestra budista del templo―miraba a todos lados, mientras le preguntaba de quién se trataba―. Soy Shaka, soy amigo de la maestra de este lugar―decía con la serenidad que le caracterizaba.

Al momento la puerta se abrió y le dejaron pasar. Estuvo esperando en la amplia sala, un poco ansioso por el reencuentro con su vieja amiga. Luego de unos minutos, bajando las escaleras, posando su mirada azul sobre Shaka, la mujer de largos cabellos rosa le sonríe.

―Shaka, ha sido tanto tiempo, querido amigo―no alejaba su gesto la bella mujer.

― ¡Amelie! ―se pone de pie de la cómoda silla, saludando― ¿Cómo has estado en todo este tiempo? ―preguntaba.

―He estado aquí desde que marché de la India. Shaka, has cambiado mucho desde la última vez que te vi―sin alejarle la mirada, comentaba.

―Je, je. También digo lo mismo―era más amigable con ella el rubio―. Perdón por cambiar el tema, pero he venido en busca de tu ayuda. Necesito encontrar a…

― ¡Ares! ¡Quieres que te diga cómo encontrar al dios Ares! ―interrumpió, cambiando su afable mirada por una seria y penetrante―Esa es la razón por la que estás aquí.

― ¿Cómo…? ¿Cómo sabes que he venido a eso? ―tan alterado estaba de la sorprendente habilidad de su amiga.

―Shaka, la mente más limpia en el mundo es la mía. Ni siquiera tú, ni Athena, tienen una mente tan sana como la mía―le tomaba el hombro a su amigo una vez está frente a él.

―Nadie debía saberlo, cómo es que… No entiendo―intentaba digerir la situación.

― ¡¡Redención!! ―exclamaba la mujer de tez blanca, paralizando el cuerpo del caballero en menos de un segundo―No podrás moverte en al menos diez minutos, pero aún podrás oír, hablar, oler y sentir, pero no moverte―explicaba, esperando menguar el temor del rubio.

― ¡Amelie, ¿por qué me haces esto?! ―no podía evitar el de Virgo sentirse consternado.

―Sé que has venido por información sobre el paradero de Ares. Pues te diré, soy sirviente de Ares y él me ha comentado que vendrías. A respuesta de mensaje, dile a Athena que el destino requiere una purificación. No es necesario que ella se una, pero que se mantenga alejada, la humanidad requiere ser destruida y el planeta renacer, un mundo sin corrupción. Solo le pide un favor, acabar con sus caballeros y volver al Olimpo, junto a Zeus, su padre―entregaba el mensaje de Ares para su hermana, con profunda mirada, sin temor en sus palabras―. Shaka, te exijo renunciar a tu cargo como caballero de Virgo, hagas lo que hagas morirás, pero, siendo mi amigo, es mejor que sea de manera apacible y no pongas resistencia―ofrecía ella, con el ceño fruncido.

―No puede ser…―lloraba el virginiano al saber que ahora su mejor amiga era una enemiga, pues no estaba dispuesto a renunciar al ser caballero ni mucho menos traicionar a Athena.

― ¡¡Calixtenum!! ―utilizando una de sus técnicas, Amelie envía a Shaka de regreso al santuario. La mujer vestida con ropas hindúes regresa a sus asuntos.

 

― ¡Shaka! ―Corría Athena, asustada, al ver al caballero en el suelo sin poder moverse.

―Señorita, malas noticias… Ares no viene de manera pacífica, piensa destruir a la raza humana―entregaba el mensaje el adolorido rubio.

Al escuchar tales palabras, la de cabellos lila toma una decisión. Reunirá a todos los caballeros de oro que estaban cercanos al santuario. Más tarde, con más calma, Shaka le cuenta la aterradora experiencia que tuvo con su amiga, sin omitir el haber sido traicionado.

Poco después, los caballeros estaban reunidos.

―Señorita Athena―Aldebarán de Tauro se hacía presente en primer lugar.

―Señorita―se anunciaba Aioria de Leo.

―A sus órdenes, hermosa diosa―Afrodita de Piscis decía.

― ¿Sucede algo malo? ―Aioros preguntaba.

―Vamos, de seguro perdemos el tiempo―con sarcasmo, se anunciaba Máscara de Muerte.

―Si hace falta ¿a quién cortamos? ―respondía displicente Shura.

―No hay nadie a quien cortar… Al menos no por ahora, Shura―con seriedad, llegaba la deidad.

―Shaka, ¿qué ha pasado? ―Aioria preguntaba, observando al agotado caballero.

―Hay malas noticias, caballeros―Shaka se levantaba de la especie de cama donde solía descansar Athena. La dama tomaba la palabra para que no se fatigara el virginiano.

―Es hora de reunir a todos los caballeros, Ares ha regresado con el ánimo de destruir la humanidad. Nuestro deber es evitarlo a como dé lugar―tomaba su Niké, enfatizando la seriedad del asunto.

― ¡¿Ares?! ―exclamaban Afrodita y Aldebarán con fuerza.

―Entonces, aquel cosmos en Acuario, ¿era él? ―Aioros observaba a la deidad con fijeza.

―Así es, pero no era prudente comentarlo―tranquilizaba tomándolo del brazo.

― ¡Basta ya de habladurías! Caballeros de oro, su misión es custodiar sus respectivas casas y no deben descuidarlas. Aguardaremos hasta el regreso de los demás caballeros―el patriarca se anunciaba agudizando la tensión.

―Sí, gran maestro―seguido de sus compañeros, Máscara de Muerte se arrodillaba.

―Ya he enviado a Shaina para dar aviso a los demás caballeros que regresen. Ustedes protejan en santuario, es su única preocupación. Ares es un dios bastante devastador y sangriento―miraba al cielo, con angustia, el patriarca Shion.

―Entonces a eso se debe la guerra a la cual los profetas llaman la “última guerra”. ¿Ha empezado por el despertar de Ares? ¿Tiene algo que ver? ―preguntaba Shura al sumo sacerdote.

―Así es, no es un dios que pierda el tiempo con “simples humanos”. Por eso crea esta guerra, para ahorrarse el trabajo y que los humanos se destruyan los unos con los otros―daba una mirada a todos los presentes.

―No importa de quien se trate, ganaremos esta guerra por la Tierra. Por Athena―al unísono decían los hermanos Aioros y Aioria.

―Yo…

―Shaka, tu debes descansar―Athena evitaba que el rubio se colocara de pie, tomándole del pecho, tratando él de seguir las órdenes dadas por Shion.

―Señorita, no es momento de descansar―intentaba moverse, como si nada pasara.

―Es una orden―fruncía el ceño, acomodando el caballero en aquella cama.

―Caballeros de oro, como su patriarca les digo que tengo un mal presentimiento de esto. Ya hemos tenido guerras santas en el pasado y las hemos ganado, pero siento que en esta guerra, no habrá luz al final del túnel. Espero estar equivocado…